domingo, 10 de febrero de 2013

CUANDO RUGE LA MARABUNDA. II.

Es evidente, no puedo menos que empezar por deplorar y rechazar con rotundidad los hechos ilegales, o indignos que haya cometido el Partido Popular o cualquiera de sus miembros en el escándalo que viene conociéndose como caso Bárcenas. 

Si viviéramos en un país normal, bastaría con enunciar este rechazo o, incluso, ni siquiera sería menester que un ciudadano cualquiera saltara a la palestra para rechazarlo. 

Pero sucede que no vivimos en un país normal. Fundamentalmente, porque los medios de comunicación televisivos, único alimento espiritual de la gran masa de españoles lo están volviendo a utilizar como utilizaron el chapapote del caso Prestige o del 11-M, aún por explicar… 

Y estamos viendo a esas televisiones, que callan como muertas ante otros escándalos de corrupción en otros partidos, muy especialmente el socialista, están jaleando de manera escandalosa a este populacho en su algarada ante la sede del partido en el gobierno. 

Repito: no es mi intención defender la corrupción, exijo la mayor claridad en sus explicaciones al respecto y la mayor rotundidad en la depuración de los más mínimos actos irregulares que hayan podido cometerse en su seno. 

Mi intención, al escribir estas líneas es afirmar que hay algo peor que la corrupción y este algo es la utilización miserable de esa corrupción, de la forma partidista en la que lo hace el PSOE e IU como sus sindicatos y sus medios de comunicación. 

Al pueblo español le sobren razones para estar hasta las narices de su clase política. Lo que digo es que, muchos, estamos hartos de ver como las corruptelas socialistas se disimulan en las mismas televisiones, casi todas, que editorializan de manera escandalosa las culpas del Partido Popular y, aun más, fomentan algaradas que tendrán de todo menos de democráticas. 

Lo de Iñaki Gabilondo cuando el 11-M me pareció un juego de niños viendo las noticias de la Cuatro o Canal Sur. 

Es sobre todo, penoso tener que recordar a Felipe González en el caso financiación ilegal, como el reparto de los fondos reservados; a la hípica y demás posesiones de José Bono; a los niños de Cháves; a los ERES de Griñán, al desaparecido Pepiño Blanco . Pero es menester hacerlo para darnos cuenta de la diferente vara de medir. 

Es menester señalar que hace apenas cuatro días, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha anulado, sin posibilidad de recurso, la llamada ley del enchufismo, de Griñán, que ha supuesto la entrada en la Administración de la Junta de 26.000 empleados laborales, son los llamados enchufados por ser, en la mayoría de los casos personas afiliadas, simpatizantes o familiares de miembros y altos cargos del PSOE, UGT y CCOO. 

¡Hace solo unos días! ¡Sentencia firme del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía! ¿Se han enterado ustedes de eso? ¿Han visto tumultos organizados en la calle Ferraz o ante el palacio de San Telmo? 

Frente a estos medios de comunicación que se hayan en manos del socialismo hay unos pocos medios, que son los únicos por los que podemos enterarnos de lo que de verdad sucede. 

Sería inimaginable que El País hubiera hecho algo semejante con una información parecida referente al partido socialista. 

Entre tanto rebuzno interesado, yo investigaría, si no me diera tanto asco, las riberas de Garzón. Tal vez el juez no haya maniobrado de forma directa pero quizá sí a través de intermediarios discretos. Se equivocan los que creían que Baltasar Garzón estaba abrasado. La vanidad se aplasta pero no se liquida. Pocos personajes existen en España con mayor afán de protagonismo que Garzón, con una tan desmesurada ambición. Es la vanidad que galopa hacia la anhelada silla curul. No será fácil desarzonar al jinete del venablo vengador. 

El juez proscrito aspira a retornar por la puerta grande de la política, cerrados para él los portones de la judicatura. Jugará en cuanto le sea posible la carta de encabezar una coalición de la izquierda radical. Lo primero que necesita para tomarse el desquite, es cargarse al gobierno de Rajoy, y para ello cuenta con el apoyo de los comunistas. 

Si al gobierno de Rajoy, la aventura económica le saliera bien y España recuperara el crecimiento y la prosperidad, habría Mariano Rajoy para rato. De ahí los frenéticos ataques y el acoso. 

Yo no desdeñaría la inteligencia del ex juez y darle por fallecido… Garzón es, tal vez, un cadáver judicial pero no es un cadáver político. Sus partidarios, muy numerosos, le mantienen vivo. Su vanidad le estimula. Su deseo de venganza es su motor. Analistas muy sagaces no descartan que el zarandeo que está descuartizando al PP por él haya sido provocado. Demos tiempo al tiempo, porque no es fácil anestesiar a la sociedad española y que olvide. Como decía Valente, por las venas del pueblo circula siempre la sangre sonora de la libertad. 

El Partido Popular está gobernando: está tomando medidas muy impopulares para intentar enderezar la catastrófica situación económica por la que atraviesa España y ello, indudablemente, le está suponiendo un gran desgaste electoral. 

El Partido socialista en la pasada legislatura no gobernó: dejó que la situación se pudriera hasta los extremos que estamos padeciendo. 

Pero sucede que ahora, el partido socialista, la izquierda en general y sus medios, empiezan a temer que esta gobernación del Partido Popular acabe por dar algún fruto y enderece lo que ellos ni supieron ni quisieron, en su demagogia, enderezar. Por esto, porque temen que el electorado empiece a notar señales de bonanza y a comprobar la diferencia que existe entre un gobierno demagogo y un gobierno que gobierna. 

Sí. Sé que puedo pecar aquí de optimista. Pero este mismo linchamiento feroz de la izquierda hacia el Partido Popular me hace pensar que esa izquierda esté pensando lo mismo: de ahí la necesidad que tiene del linchamiento. Si no, le bastaría con dejar que el gobierno popular se cociese en sus pretendidos errores y desmesuras. 

Por eso no les queda más remedio que la huida hacia adelante y esa huida hacia adelante es este nuevo linchamiento desmesurado, si es que existen linchamientos mesurados. 

Por eso Alfredo Pérez Rubalcaba, en un alarde de cinismo con el que se supera a sí mismo, no tuvo mayor empacho ni en cerrar los ojos ante la corrupción de CiU ni en pedir desaforadamente la dimisión de Rajoy. 

En estas estamos. La necesaria depuración de las responsabilidades en las que haya caído cualquier partido político no puede jamás justificar que estas responsabilidades sirvan de motivo para que ni la izquierda ni sus televisiones sigan empleando una de sus mejores armas, la agit prop, como ya la han venido utilizado en dos legislaturas anteriores como medio para derribar al poder legítimo. 

Antes de atender a la solución del problema de la corrupción es, a mi modo de ver, mucho más importante el que se mida a todos por el mismo rasero. De no ser así, la corrupción, además de ser un problema en sí mismo, será un problema mucho más esencial al convertirse en medio vil de combate contra el enemigo político. Será rizar el rizo; será la corrupción de la corrupción. Y esto me parece infinitamente más grave que la corrupción en sí. 

Y, en fin, o jugamos todos, o se rompe la baraja.

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