domingo, 28 de abril de 2013

LA PANDEMIA VENEZOLANA ATACA AL PSOE. J. Cabeza.

Hoy tengo que empezar este artículo pidiendo disculpas. Pidiendo disculpas a los más de 1.000 lectores que según google analytics siguen este articulo, ya que durante algunas semanas, quizás meses, no voy a poder estar con ellos. Cuestiones laborales me van a apartar de poder investigar, indagar y rastrear por libros y periódicos como suelo hacer para escribir estos artículos. Como conocen mis lectores cada uno de ellos va cargado de datos, citas y noticias, y eso requiere mucho tiempo. 

Quiero agradecer también, como no podía ser de otra manera, a todas esas personas que me mandan correos y me paran por la calle para felicitarme, muchísimas más de las que yo me podía imaginar. Personas que comparten mis críticas y que, sobre todo, reconocen la valentía de escribir lo que se piensa en un medio de comunicación. Algunos de ellos con una ideología política totalmente diferente a la mía y que gracias a estos artículos y a algún que otro debate ahora considero amigos, es la grandeza de la Democracia. A todos ellos muchas gracias por los ánimos y apoyos. Dentro lo que el tiempo me permita seguiré colgando en el blog cuanta información pueda para ustedes…y agradecer a mis compañeros el trato recibido, y como no, a los dueños del periódico, que según ellos, el periódico es de todos los que lo hacemos y así nos lo hacen notar… 

Sin más comencemos con la mala política que padecemos y sufrimos: 

Elena Valenciano dice que el sistema de votación en Venezuela es “uno de los más fiables…y cuenta con múltiples garantías”. Tras pronunciar esto tendría que hacer un gran esfuerzo para aguantarse la risa…porque si no, es más grave de lo que pensamos. 

Esto es solo un ejemplo de la deriva que este partido ha tomado. Cuando pierde el poder, gusta de ponerlo todo patas arriba, se radicaliza, es cuando únicamente piensa que el centro- derecha no es para ellos. 

Se convierten sin rubor alguno en oportunistas de lo que han creado (desahucio, paro, preferentes, avances de los nacionalismos separatistas, quiebra de un país…) y ahora gustan como los niños, mirar para otro lado, ¡¡oh, yo no he sido!! Y como IU, gusta de “pescar en rio revuelto”. 

Aunque algunos no lo crean, hay socialistas preocupados por la deriva de su partido hacia las Utópicas tesis de IU. 

“Se nota, saben que estos nunca gobernaran como no sea haciendo de salva eslip del PSOE”…se odian y se necesitan, para tumbar al PP, “lo de menos es el país”. 

Han reinventado a Marx en versión flamenca. Aquel proclamaba la dictadura del proletariado y, esta, es la dictadura republicano-hedonista de IU. Dictadorzuelos en potencia que solo quieren la Democracia para vivir de ella, sentarse en un escaño y chupar del bote que llenamos años tras año, los que pagamos impuestos. 

Imaginen un País donde los radicales de izquierda pudieran decidir, influir en la política de gobierno, como hacen en Andalucia…”Exprópiese”. 

Esto del Socialismo-Real, está muy bien para los de carnet, porque mientras a los demás nos racionan, los supuestos socialistas-comunistas se llevan el dinero público. 

Rescato para ustedes una frase curiosa de Alfonso Guerra: “comparo el proceso de desintegración de la URSS, con el proceso de desmembranación al que abocaba a España el régimen que impulsaba ZP…” 

Al final, el 25 A ha resultado que los españoles somos más maduros que muchos políticos que, cínicamente, alientan estas formas radicales e ilegitimas de mostrar la indignación ciudadana. 

Han podido ver que la inmensa mayoría de los españoles, nada tiene que ver con formas violentas de cambios políticos y que esta mayoría que estamos indignados con la clase política, preferimos dejar sola a la extrema izquierda y no darles lugar a los antisistemas. Pero, ¡ojo! que aunque no hayan tenido éxito, hay gentes que lo justifican. Así empezó todo, ¿estamos volviendo al pasado?... (Vean articulo recogido en blog, créanme, no tiene desperdicio). 

El buen pueblo ya sabe de sobra que lo primero y “aparentemente” más fácil debe ser, y debemos exigirlo es la simplificación de la estructura administrativa, el adelgazamiento drástico del Estado en todos sus niveles, suprimiendo muchos de ellos, porque ¡amigo mío! si estos políticos y sindicatos serraran “mamandurrias” y cargos tendrían los bolsillos “bien repletos” para aguantar esta crisis, cosa que muchísimos ciudadanos no tienen, así que ¡os toca! 

Pero, ¡¡amigo Sancho, con la partidocracia hemos topao!! y con los “sentimientos identitarios” bien nutridos. 

(El patio esta emborregado, el desemborregador que lo desemborregue, gran desemborregador será). 

11 millones de voto le han dado los ciudadanos a este gobierno para que nos sacara del pozo donde nos dejo el anterior gobierno socialista, confiando en que sea quien le meta mano a reducir este monstruoso Estado que tenemos, esas reformas aun la estamos esperando, prometió reducir duplicidades. Anunció lo que todos sabíamos, que tenemos un Estado sobredimensionado, que no podemos pagar. Como también sabe que a esto, tanto PSOE e IU se negaran, “son líderes en demagogia”. Tiene mayoría absoluta, puede reducirlo con su apoyo o sin él. Ante los ciudadanos los desenmascarara si ponen trabas…Porque si usted, Señor presidente, no pincha ¡ya! La burbuja estatal, no recobraremos jamás la confianza en los políticos. España carecería de políticos con “altura políticas con mayúscula”. 

Os dejo en blog el último capítulo de Rebelión en la Granja. Y…muchas cosas más.

MANIFIESTO DES-CONCERTADOS TRAS EL MINUTO DE SILENCIO.




MANIFIESTO DES-CONCERTADOS 
TRAS EL MINUTO DE SILENCIO. 

Hemos guardado un minuto de silencio por la muerte anunciada de las aulas y unidades concertadas, que el gobierno del señor Griñán quiere suprimir en Andalucía. Aulas con demanda social, actualmente abiertas y en funcionamiento, víctimas del sectarismo ideológico y la irracionalidad política de este gobierno radicalizado de coalición. 

Hemos guardado un minuto de silencio por la enseñanza concertada andaluza, que está amenazada. Que a pesar de haber intervenido y muy satisfactoriamente en la formación integral de millones de andaluces, en la construcción de una sociedad con valores y en la conformación de la identidad andaluza, se ve permanentemente rechazada, denostada y no reconocida, y hasta atacada por sus políticos, a pesar de que muchos de ellos les deben a la concertada y a la educación que recibieron en sus propias aulas, mucho de lo que son; a pesar de que muchos de ellos, lleven a sus hijos a centros concertados, pero impiden a otros andaluces que lo hagan. 

Hemos guardado un minuto de silencio por los cientos de niños andaluces que se quedarán sin recibir la enseñanza de calidad que garantizan estos centros y la formación religiosa y moral, de acuerdo con las convicciones de sus padres, que se imparten en esas aulas y que les ha reconocido la constitución. 

Hemos guardado un minuto de silencio por los padres andaluces a los que el gobierno del señor Griñán les ha arrebatado el ejercicio de la libertad de enseñanza, de la libre elección de modelo educativo y centro, y particularmente por aquellos que al carecer de medios económicos no tendrán ninguna opción de elegir. El gobierno del señor Griñán ha decidido elegir por ellos la educación que debe recibir sus hijos y hasta el centro concreto, como en los más preclaros modelos políticos no democráticos. 

Hemos guardado un minuto de silencio por los profesores de los centros afectados y por el personal no docente que perderán sus puestos de trabajos, como consecuencia de esta decisión irresponsable del gobierno del señor Griñán. 

Hemos guardado un minuto de silencio, en fin, por nuestras libertades. Quienes formamos parte de la comunidad educativa (alumnos, padres, profesores, personal no docente, representantes de la entidad titular del centro), educamos en libertad, creemos en la libertad y por eso rechazamos a quienes la cuestionan, la reducen y la minoran, sin motivos. 

Pero queremos poner de manifiesto a toda la sociedad andaluza y al gobierno del señor Griñán, que hemos realizado este gesto de guardar un minuto de silencio por última vez, porque desde este momento levantaremos nuestra voz y movilizaremos a la sociedad andaluza para exigir el mantenimiento de los conciertos educativos de las unidades con demanda social y el respeto de las libertades educativas. El silencio de nuestro desconcierto se transformará en voz, en grito y en reivindicación. 

El hambre nos hace regresar al pasado

Diego Valderas con su típica verborrea ideológica del siglo pasado, hace tragar a los andaluces con discurso tras discurso en el Parlamento y en los medios de comunicación, llamando al orden moral y social como si el PP-A, tuviera la culpa del derroche, la corrupción, el paro y el hambre. El hambre está asolando Andalucía.


Cuando el que ha gobernado durante 34 años y bien lo sabe todos los andaluces ha sido el PSOE-A. Si esto sigue así, Andalucía superará el hambre de los años 50 y 60, la emigración va por el mismo camino. 

Claro, como nunca creían por lógica que llegarían a gobernar, las ideas utópicas se desinflan cuando las tienes que aplicar y no encuentran dónde, cómo y porqué. “Y además cortito de pienso”. 

La gran decepción viene cuando nos quieren vender como una gran idea solidaria de izquierdalo que en realidad no deja de ser una burda copia de cómo funcionaban muchos de los colegios andaluces en la dictadura.

Nada tiene que ver con la coincidencia del Chavismo Bolivariano de Venezuela dónde aplican parte del mismo sentido en los colegios de niños pobres – de hacer las tres comidas. Parece muy loable y solidario el querer traer a Andalucía esa justa causa, pero nada tiene que ver un comportamiento con el otro, aunque los quiera confundir el bipartito con el Chavismo Bolivariano para encajarlo en su política populista.

Lo que desencaja un poco es que crean y nos vendan que es un gran invento de la izquierda solidaria del “bipartito”.
Dicho así, suena a mucho amor y bondad, y solidario dónde los haya. Por supuesto que sí, y no deja de ser “un derecho hacía los indefensos”.
¿Pero, no le ha dicho nadie a la Consejera de educación Mar Moreno y al “inteligente” de dicha ocurrencia que ya estaba inventado? Solo era cuestión de preguntar a andaluces de cierta edad y seguro que lo hubieran informado con declaraciones para todos los gustos.


Tanto escuece el tener que reconocer una realidad que ocurrió en la dictadura y coincide con una idea actual de izquierda en democracia. ¿O alguien tiene la patente del bienestar social?

Se inventó en la dictadura aunque algunos les salga sarpullidos, ya no recuerdan colegios del estado y Ayuntamientos, dónde estaban dirigidos por monjas para niños pequeños, religiosos y profesores, dónde los había internos y externos. La educación y los libros de texto eran gratis, con sus tres comidas y merienda incluida.

Lo que siempre nos vendía Manuel Chaves en campañas electorales una y otra vez, y nunca lo llevó a la realidad, los libros de texto gratis total. Ya había sido una realidad en muchos colegios en la dictadura.

Parece ser que hay mucho desmemoriado por ahí suelto. No recuerdan los colegios como: La ciudad de los muchachos, el Padre Trena y los Javieres, El Hogar Virgen de los Reyes, El Hogar de San Fernando, Los Salesianos, Portaceli, Altair, San Luis, colegios dedicados también a niños ciegos y sordomudos, etc.

Esos colegios que un servidor recuerde estaban en Sevilla. Toda Andalucía estaba regado con colegios de niños dónde sus padres no tenían poder adquisitivo y hacían más que tres comidas. Como también los había pudientes, mixtos y de ricachones, lo mismo que ahora.

Muchos de esos colegios religiosos, hoy en día en plena democracia son concertados, y muy concurridos por los hijos de la gran familia socialista por su calidad en la educación, y nadie se rasga las vestiduras. 

Es una pena que sigan hoy en día “persecución por La Junta”, de ahí se formaron y educaron muchos socialistas y comunistas, a pesar de que antaño tuvieran la obligación de tener que cantar “el cara al sol”. Ese problema hoy en día no existiría - cantarían “El himno andaluz, o porque no, la internacional”. Como estamos en democracia no pasa nada, pero…”Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. 

Claro que para este “viaje” no hacía falta tantas alforjas, ni tantos profetas arreglando el mundo.Lo único que tiene que hacer La Junta es recuperar el sentido de muchos de los colegios que hicieron mucho bien a pesar de las críticas mal intencionadas e injustas. Cuando su misión era la de amparar y educar, y dar de comer y cobijo a los más necesitados. Precisamente lo que haría cualquier partido político civilizado en democracia.
Lo realmente claro, es que el hambre no entiende de dictaduras ni democracias, y menos aún de niños. Ya está bien de viejos rencores que no conducen a nada…Con la comida de los niños “no se especula”  

La Consejera de Educación de la Junta de Andalucía, Mar Moreno, ha defendido la medida que va a implantar su departamento, un decreto, por lo visto el gran invento de IU-CA para que los niños en edad escolar con poco poder adquisitivo puedan tener tres comidas diarias. Ha señalado la señora Consejera que quien califique esta decisión de demagogia necesita clases de ética.

¿Hubiera defendido la Consejera la propuesta solidaria si la hubiese presentado el PP andaluz? ¿O la tacharía de franquista?

La clase de ética la necesita el PSOE-A al completo. Ética hay que tener para no arrastrar a los andaluces después de 35 años de gobierno al hambre y al desempleo. 
Ha gobernado Andalucía como si de un régimen se tratara, y de esos polvos salen estos lodos que son todos del PSOE andaluz, con su hambre incluida.
Son muchos años de penuria en la oposición para que se le haya olvidado tan pronto a Izquierda Unida el socio de gobierno que defiende. Su complicidad en la estrategia populista ya está dando de qué hablar, el ciudadano sabe muy bien diferenciar una buena acción política, a querer sacar rédito político a costa del drama del hambre. Lo están vendiendo como si de una hazaña se tratara, cuando se les debería caer la cara de vergüenza de haber llegado a ese extremo. 

Los andaluces sensatos se hacen una pregunta que es la madre de la lógica. Si no tienen dinero para cumplir con las guarderías. ¿De dónde van a sacar el dinero para las tres comidas de los colegios?

Qué decepción, ver como los que crearon gran parte de los problemas ahora quieren ser los que resuelvan los orígenes de la causa.
Las noticias nos dicen a diario lo que llevan haciendo en nuestra Andalucía durante tantos años, reírse de todos nosotros. ¿Dónde están los indignados andaluces? ¿Por esta santa tierra no se indigna nadie en contra de La Junta de Andalucía? ¿O están esperando que gobierne el PP andaluz?




... MISERABLES!!!


... MISERABLES!!!

















¿Se está repitiendo la Historia?





“En lo pasado está la historia del futuro”
                         Juan Donoso Cortés

Se acaba de cumplir el 82 aniversario de la proclamación de la II República española, escenario de la miseria, la anarquía, el desorden, el odio, el enfrentamiento entre españoles y todo ello teñido con sangre de hermanos. Y sorprendentemente, aún hay sectores que la añoran como si fuera la tierra prometida en la que habremos de encontrar el jardín de las delicias que Mahoma prometió a su pueblo. Seguramente será por esto que esos mismos sectores sienten una aversión visceral contra la iglesia católica y una especial predilección, condescendencia e identificación con el arabismo.

Repasando la Historia de la época en que se proclamó la II República, a pesar de los 82 años transcurridos, encontramos unos significativos paralelismos con la situación actual. En los años inmediatamente anteriores a la proclamación de la República, concretamente desde 1923 a 1930, España fue uno de los países europeos más tranquilos y prósperos, prosperidad que habría de ver su lado oscuro en la década siguiente. Todo lo contrario de lo que la propaganda siempre falaz de la izquierda ha mantenido con el fin de justificar su proceder. Trasladémonos al rincón de nuestra memoria de la época de Aznar. Fueron los ocho años de mayor prosperidad vividos por España, a los que, al igual que ocurrió con la instauración de la República, con el socialista Zapatero, habrían de seguirle los de mayor declive económico y moral y de desprestigio, en el concierto de las naciones.

Visto que en 1923, nuevamente, España era una nave en medio del océano, sin timonel ni capitán —el rey Alfonso XIII estaba a verlas venir— los militares decidieron volver a coger el toro por los cuernos, como llevaban haciendo regularmente desde tiempos de su abuela.

En esta ocasión fue el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, quien en septiembre de 1923, sacó al gobierno del Parlamento a patadas e instauró una dictadura.

Los diputados protestaron y esperaron a que el rey hiciera acto de presencia y se opusiera al golpe.

Lo que no sabían sus señorías, es que del golpe de estado, no solamente estaba previamente informado el rey, sino que además lo patrocinaba, sin implicarse directamente en el mismo. Quizá este dato que nos revela el historiador Ricardo de la Cierva en su Historia total de España, nos haría reflexionar sobre el hecho de que las lecciones de la vida no se aprovechan y por eso los hechos se repiten. Solo hay que cambiar las fechas y los nombres de los actores.

Hay una cita de la que al parecer no se percató Primo de Rivera durante su mandato: “Tu oponente, no es tu enemigo; es tu adversario. Tu enemigo es el que se sienta a tu lado”.

Los mayores ataques y asechanzas que recibió, no procedieron de los partidos nacionalistas, ni de los movimientos obreros, ni del PSOE o los anarquistas. Los mayores problemas de Primo de Rivera fueron causados por las distintas derechas, cuyo egoísmo, falta de capacidad para gobernar y putrefacción interna, habían vaciado de credibilidad al propio régimen constitucional del que formaban parte.

Si conducía a la poltrona del poder, cualquier camino era bueno y para ello no tenían el menor empacho en aliarse con el diablo, si preciso era. Entre otros participantes en esta orgía de conspiraciones, promiscuidad y corrupción política, nos encontramos con nombres cómo José Sánchez Guerra[1], Niceto Alcalá Zamora[2], Miguel Maura[3] o Álvaro Figueroa y Torres, Conde de Romanones y Grande de España[4].

Daba igual quien fuera el compañero de cama con tal de alcanzar el poder. Hoy, casi un siglo después, en el retrato de la clase política, han cambiado las caras y desde luego los trajes, pero no los propósitos. Evocando a Giuseppe Tomasi di Lampedusa en la novela “El Gatopardo”, había que cambiarlo todo, para que todo siguiese siendo igual.

En los seis años y cuatro meses que Primo de Rivera estuvo al frente de la Presidencia del Gobierno, limpió el patio político de viejos y arraigados vicios, España progresó en estructuras y comunicaciones, vivió una época de notoria prosperidad y bosquejó un proyecto político para que el país no fuese en el futuro el patio de locos al que en su momento aludió Amadeo de Saboya. Sin embargo no lo pudo llevar a efecto porque el PSOE —como siempre dispuesto a arrimar el hombro para que España progrese— se negó en redondo.

No siendo su pretensión perpetuarse en el poder, como suele ser habitual en la mayoría de los dictadores, en 1929 planteó la cuestión de su continuidad, obteniendo una negativa y de inmediato la revocación del favor del Rey, actitud ésta, por cierto, muy habitual en los monarcas. Utilizan a una persona mientras esta le es útil a sus propósitos y le vuelven la espalda una vez cumplida la misión encomendada. Alfonso XIII hizo con Primo de Rivera, lo que medio siglo más tarde, haría su nieto Juan Carlos con Adolfo Suárez.

Una vez limpia la era de los males que aquejaban a la restauración, había que volver a la senda constitucional, sin embargo, como todas las dictaduras constituyen un paréntesis en la evolución de los pueblos, las raposas volvieron a salir de sus madrigueras para atacar de nuevo a la cabeza del Estado, reprochándole su connivencia con la dictadura.

Siguiendo el ejemplo de las ratas, que son las primeras en saltar cuando el barco está a punto de hundirse, los cortesanos seguidores de Alfonso XIII se mostraron fieles a su esencia y condición, siendo los primeros en dejarle solo ante el peligro e incluso algunos de ellos, pasándose al bando enemigo.

El 15 de diciembre de 1930, se produjo un intento de golpe de estado republicano, que fracasó estrepitosamente. La verdad es que por aquel entonces, al igual que ahora le pasa al socialismo, los republicanos gozaban de un apoyo casi insignificante y el futuro del régimen, con la monarquía de Alfonso XIII a la cabeza, era algo bastante dudoso. Una situación similar a la actual, en la que el sistema constitucional se considera agotado y la monarquía empieza a ser cuestionada abiertamente por distintos sectores.

Se convocaron unas elecciones municipales, que en ningún caso pretendían constituir un referéndum o plebiscito sobre la monarquía, pero que se vieron sujetas a una gran manipulación mediática, hasta tal extremo de que los resultados no llegaron a publicarse hasta después de proclamada la República.

El 12 de abril de 1931, de las urnas, salieron elegidos 5.775 concejales republicanos y 22.150 concejales monárquicos. El triunfo de los monárquicos, había sido aplastante.

Lo que sin embargo sucedió después, demuestra como la proclamación de la II República, fue un golpe de estado que triunfó, más que por la fuerza de los republicanos o de la reivindicación popular, por el grave deterioro que sufría la imagen de la Monarquía.

El miedo cundió en el Palacio Real cuando se conocieron los resultados a favor de los republicanos en algunas ciudades, entre ellas Madrid. El general Sanjurjo, que mandaba a la Guardia Civil, manifestó que no defendería el régimen si se producía un conato republicano como el de finales del año anterior. Ante un rey que tenía miedo de que le pudiese pasar lo que en Rusia le ocurrió a la familia imperial 14 años antes y unas instituciones que no creían en sí mismas, los republicanos se envalentonaron y Alcalá-Zamora dijo que ellos no podrían controlar a las masas si éstas se lanzaban a la calle y que no podían garantizar la seguridad del Rey, si no se iba antes de que se pusiera el sol.

La verdad es que nadie contemplaba en principio que se produjera una situación como la descrita. Solo unos políticos carentes de convicciones y un rey pusilánime, dieron lugar a una situación casi inédita en el mundo como fue la de permitir que los perdedores de unas elecciones, se alzasen con el poder del Estado. Únicamente el ministro Juan de la Cierva advirtió a Alfonso: «El rey se equivoca si piensa que su alejamiento y pérdida de la corona evitarán que se viertan lágrimas y sangre en España. Es lo contrario, señor».

El cuadro reflejaba una situación carente de toda credibilidad, de toda firmeza, incapaz de hacer prevalecer la Ley y con ella las instituciones de un sistema que se desmoronó como un castillo de naipes.

Hoy, estamos viviendo situaciones muy semejantes, pero ahora no tiene sentido pensar que todo aquello fue un error. El único error real, es aquel del que no aprendemos nada.

César Valdeolmillos Alonso

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[1] Presidente del Consejo de Ministros 1922 – 1922


[2] Presidente de la República Española 10 de diciembre de 1931 – 7 de abril de 1936


[3] Ministro de la Gobernación de España 14 de abril de 1931 – 14 de octubre de 1931


[4] Presidente del Consejo de Ministros de España 14 de noviembre de 1912 – 27 de octubre de 1913

ÚLTIMO CAPÍTULO DE REBELIÓN EN LA GRANJA


En abril, Granja Animal fue proclamada República, y se hizo necesario elegir un Presidente. Había un solo candidato: Napoleón, que resultó elegido por unanimidad. 


El mismo día se reveló que se había descubierto nuevos documentos de la complicidad de Snowball con Jones. Parecía que Snowball estuvo peleando abiertamente a favor de Jones, dirigió las fuerzas humanas y arremetió en la batalla con las palabras "¡Viva la Humanidad!" Las heridas sobre el lomo de Snowball, que varios animales aún recordaban haber visto, fueron infligidas por los dientes de Napoleón. 

A mediados del verano, Moses, el cuervo, reapareció en la granja, tras una ausencia de varios años. No había cambiado nada, continuaba sin hacer trabajo alguno y se expresaba igual que siempre respecto al Monte Caramelo. "Allá arriba, camaradas, decía señalando el cielo, allá arriba, justo detrás de esa nube está situado Monte Caramelo, esa tierra feliz, donde nosotros, pobres animales descansaremos para siempre de nuestras labores". Hasta sostenía que estuvo allí en uno de sus vuelos a gran altura y había visto los campos de trébol y las tortas de semilla de lino y los terrones de azúcar creciendo en los cercos. Muchos de los animales le creían. Actualmente, razonaban ellos, sus vidas no eran más que hambre y trabajo; ¿no resultaba, entonces, correcto y justo que existiera un mundo mejor en alguna parte? Una cosa difícil de determinar era la actitud de los cerdos hacia Moses. Todos ellos declaraban, que sus cuentos respecto a Monte Caramelo eran mentiras y, sin embargo, le permitían permanecer en la granja, sin trabajar, con una pequeña ración de cerveza por día. 

En verdad, todos los animales trabajaron como esclavos ese año. Aparte de las faenas corrientes de la granja y la reconstrucción del molino, estaba la escuela para los cerditos, que se comenzó en marzo. A veces las largas horas de trabajo con insuficiente comida eran difíciles de aguantar, pero Boxer nunca vaciló. En nada se exteriorizaba señal alguna de que su fuerza ya no fuese la de antes. Los demás decían que Boxer se restablecería cuando apareciera el pasto de primavera; pero llegó la primavera y Boxer no engordó. En ocasiones se veía que sus labios formulaban "Trabajaré más fuerte"; voz no le quedaba. Un día de verano, se difundió rápidamente por la granja el rumor de que algo le había sucedido a Boxer. Se había ido solo a arrastrar un montón de piedras hasta el molino. Y, en efecto, el rumor era verdad, dos palomas llegaron a todo vuelo con la noticia: "¡Boxer ha caído! ¡Está tendido de costado y no se puede levantar!" los animales de la granja salieron corriendo hacia la loma donde estaba, yacía Boxer, entre las varas del carro, el pescuezo estirado, sin poder levantar la cabeza. Clover cayó de rodillas a su lado. ¡Boxer! gritó, ¿cómo te sientes? Es mi Pulmón dijo Boxer, con voz débil. No importa. Yo creo que podrán terminar el molino sin mí. Hay una buena cantidad de piedra acumulada. De cualquier manera, sólo me quedaba un mes más. A decir verdad, estaba esperando la jubilación. Y como también Benjamín se está poniendo viejo, tal vez le permitan retirarse al mismo tiempo, y así seremos compañeros. 

Debemos obtener ayuda, reclamó Clover. Corra alguien a comunicarle a Squealer lo que ha sucedido. Al cuarto de hora apareció Squealer, demostrando alarma y sumo interés. Dijo que el camarada Napoleón, enterado con aflicción de esta desgracia que había sufrido uno de los más leales trabajadores de la granja, estaba realizando gestiones para enviar a Boxer a un hospital de Willingdon para su tratamiento. Los animales se sintieron un poco intranquilos al oír esto. 

Exceptuando a Mollie y Snowball, ningún otro animal había salido jamás de la granja, y no les agradaba la idea de dejar a su camarada enfermo en manos de seres humanos. Squealer los convenció de que el veterinario en Willingdon podía tratar el caso de Boxer más satisfactoriamente que en la Granja. 

Durante dos días, Boxer permaneció echado, manifestó que si se reponía, podría vivir unos tres años más, y pensaba en los días apacibles que pasaría en el rincón de la pradera grande. Sería la primera vez que tendría tiempo libre, para estudiar y perfeccionarse. Tenía intención, dijo, de dedicar el resto de su vida a aprender las veintidós letras restantes del abecedario. 

Benjamín y Clover sólo podían estar con Boxer después de las horas de trabajo, y a mediodía llegó el carro para llevárselo. Los animales estaban trabajando, bajo la supervisión de un cerdo, cuando fueron sorprendidos al ver a Benjamín venir al galope desde la casa. Nunca habían notado a Benjamín tan excitado; "¡Pronto, pronto!, gritó. ¡Vengan enseguida! ¡Se están llevando a Boxer!" Sin esperar órdenes del cerdo, los animales abandonaron el trabajo y corrieron hacia los edificios de la granja. Efectivamente, en el patio había un carro cerrado tirado por dos caballos, y un hombre de aspecto taimado en el asiento del conductor. La pesebrera de Boxer estaba vacía. 

Los animales se agolparon junto al carro. ¡Adiós, Boxer!, gritaron a coro, ¡adiós! 

¡Tontos! ¡Estúpidos! exclamó Benjamín saltando alrededor de ellos y pateando el suelo con sus cascos. ¡Tontos! ¿No veis lo que está escrito en los lados de ese carro?, se hizo el silencio. Muriel comenzó a deletrear las palabras. Pero Benjamín la empujó a un lado y en medio de un silencio sepulcral leyó: "Alfredo Simmonds, matarife de caballos y fabricante de cola, Willingdon. ¿No entienden lo que significa eso? ¡Lo llevan al descuartizador! 

Los animales lanzaron un grito de horror. ¡Boxer!, gritó. ¡Boxer! ¡Boxer! Y justo en ese momento, como si hubiera oído el alboroto afuera, la cara de Boxer, con la mancha blanca en el hocico, apareció por la ventanilla trasera del carro. ¡Boxer!, gritó Clover con terrible voz. ¡Boxer! ¡Sal de ahí! ¡Sal pronto! ¡Te llevan hacia la muerte! 

Todos los animales se pusieron a gritar: "¡Sal de ahí, Boxer, sal de ahí!", pero el carro ya había tomado velocidad y se alejaba de ellos. No se supo si Boxer entendió lo que dijo Clover. 

Boxer no volvió a ser visto. Tres días después se anunció que había muerto en el hospital de Willingdon, Squealer anunció la noticia a los demás. Me susurró que su único pesar era morir antes de haberse terminado el molino. "Adelante camaradas, murmuró. Adelante en nombre de la Rebelión. ¡Viva Granja Animal! ¡Viva el camarada Napoleón! ¡Napoleón siempre tiene razón!" Esas fueron sus últimas palabras, camaradas. 

Aquí el porte de Squealer cambió repentinamente. Permaneció callado un instante, y sus ojillos lanzaron miradas de desconfianza de un lado a otro antes de continuar. 

Había llegado a su conocimiento, dijo, algunos animales notaron que el carro que transportó a Boxer llevaba la inscripción “Matarife de caballos", y sacaron precipitadamente la conclusión de que ése era, en realidad, el destino de Boxer. Resultaba casi increíble, dijo Squealer, que un animal pudiera ser tan estúpido. Seguramente, gritó indignado, agitando la cola y saltando de lado a lado, seguramente ellos conocían a su querido líder, camarada Napoleón. Pero la explicación, en verdad, era muy sencilla. El carro fue propiedad del descuartizador y había sido comprado por el veterinario, que aún no había borrado el nombre anterior. Así fue cómo surgió el error. 

Los animales quedaron aliviados al escuchar esto. Y cuando Squealer continuó dándoles más detalles gráficos del lecho de muerte de Boxer, la atención que recibió y las costosas medicinas que pagara Napoleón sin fijarse en el costo, sus últimas dudas desaparecieron. 

Napoleón mismo apareció en la reunión del domingo siguiente. No era posible traer de vuelta los restos de su lamentado camarada para ser enterrados en la granja, Napoleón finalizó su discurso recordándoles los dos lemas favoritos de Boxer: "Trabajaré más fuerte" y "El camarada Napoleón tiene razón siempre", lemas, dijo, que todo animal haría bien en adoptar para sí mismo. Esa noche se oyó el ruido de cantos bullangueros, seguidos de una violenta disputa que terminó con un tremendo estrépito de vidrios. Nadie se movió en la casa antes del mediodía siguiente y se corrió la voz de que, los cerdos se habían agenciado dinero para comprar otro cajón de whisky. 

Pasaron los años. Las estaciones llegaron y se fueron; las cortas vidas de los animales pasaron volando. Llegó una época en que ya no había nadie que recordara los viejos días anteriores a la Rebelión, exceptuando a Clover, Benjamín, Moses el cuervo, y algunos cerdos. 

Muriel había muerto; Bluebell, Jessie y Pincher habían muerto. Jones también murió. Snowball fue olvidado. Boxer estaba olvidado asimismo, excepto por los pocos que lo habían tratado. Clover era ya una yegua vieja y gorda. Ya hacía dos años que había cumplido la edad para retirarse, pero en realidad ningún animal se había jubilado. Hacía tiempo que no se hablaba de apartar un rincón del campo de pastoreo para animales jubilados. Napoleón era ya un cerdo maduro, de unos ciento cincuenta kilos. Squealer estaba tan gordo que tenía dificultad para ver más allá de sus narices. Únicamente el viejo Benjamín estaba más o menos igual que siempre, exceptuando que el hocico lo tenía más canoso y, desde la muerte de Boxer, estaba más malhumorado y taciturno que nunca. 

Había muchos más animales que antes en la granja, aunque el aumento no era tan grande como se esperara en los primeros años. Nacieron numerosos animales, para quienes la Rebelión era una tradición casi olvidada, transmitida de palabra; y otros, que habían sido adquiridos, jamás oyeron hablar de semejante cosa antes de su llegada. La granja poseía ahora tres caballos, además de Clover. Eran bestias de prestancia, trabajadores de buena voluntad y excelentes camaradas, pero muy estúpidos. 

Ninguno de ellos logró aprender el alfabeto más allá de la letra B. Aceptaron todo lo que se les contó respecto a la rebelión y los principios del Animalismo, especialmente por Clover, a quien tenían un respeto casi filial; pero era dudoso que hubieran entendido mucho de lo que se les dijo. 

La Granja estaba más próspera mejor organizada, hasta había sido ampliada con dos franjas de tierra compradas al señor Pilkington. El molino, sin embargo, no fue empleado para producir energía eléctrica. Se utilizó para moler maíz y produjo una excelente utilidad en efectivo. Los animales estaban trabajando mucho en la construcción de otro molino más: cuando éste estuviera terminado, según se decía, se instalarían allí los dínamos. Pero los lujos con que Snowball hiciera soñar a los animales, las pesebreras con luz eléctrica y agua caliente y fría, y la semana de tres días, ya no se mencionaban. Napoleón había censurado. La verdadera felicidad, dijo él, consistía en trabajar mucho y vivir frugalmente. 

De algún modo parecía como si la granja se hubiera enriquecido sin enriquecer a los animales mismos: exceptuando, naturalmente, los cerdos y los perros. Tal vez eso se debiera en parte a que había tantos cerdos y tantos perros. Existía, como 

Squealer nunca se cansaba de explicarles, un sinfín de labor en la supervisión y organización de la granja. Gran parte de este trabajo tenía características tales que los demás animales eran demasiado ignorantes para concebirlo. Por ejemplo, Squealer les dijo que los cerdos tenían que realizar un esfuerzo enorme todos los días acerca de unas cosas misteriosas llamadas "legajos", "informes", "actas" y "memorándum". Se trataba de largas hojas de papel que tenían que ser llenadas totalmente con escritura, y tan pronto estaban así cubiertas eran quemadas en el horno. Esto era de suma importancia para el bienestar de la granja, señaló Squealer. Pero de cualquier manera, ni los cerdos ni los perros producían nada comible mediante su propio trabajo; había muchos de ellos, y siempre tenían buen apetito. 

En cuanto a los otros, su vida, por lo que ellos sabían, era lo que fue siempre. Generalmente tenían hambre, dormían sobre paja, bebían de la laguna, trabajaban en el campo; en invierno sufrían los efectos del frío y en verano de las moscas. A veces los más viejos entre ellos esforzaban sus turbias memorias y trataban de determinar si en los primeros días de la Rebelión, cuando la expulsión de Jones aún era reciente, las cosas fueron mejor o peor que ahora. No alcanzaban a recordar. No había con qué comparar su vida presente, no tenían en qué basarse, exceptuando las listas de cifras de Squealer que, invariablemente, demostraban que todo mejoraba más y más. Los animales no encontraron solución al problema; de cualquier forma, tenían ahora poco tiempo para especular con estas cosas. Únicamente el viejo Benjamín manifestaba recordar cada detalle de su larga vida y saber que las cosas nunca fueron, ni podrían ser, mucho mejor o mucho peor; el hambre, la opresión y el desengaño eran, así dijo él, la ley inalterable de la vida. 

Todavía era la única granja en todo el condado, poseída y manejada por animales. 

La República de los Animales que Mayor pronosticaba, cuando los 

campos verdes de Inglaterra no fueran hollados por pies humanos, todavía era su creencia. Algún día llegaría; tal vez no fuera pronto, quizá no sucediera durante la existencia de la actual generación de animales, pero vendría. Hasta la canción Bestias de Inglaterra era seguramente tarareada a escondidas, aquí o allá; de cualquier manera era un hecho que todos los animales de la Granja la conocían, aunque ninguno se hubiera atrevido a cantarla en voz alta. Podría ser que sus vidas fueran penosas y que no todas sus esperanzas se vieran cumplidas. Si pasaban hambre, no lo era por alimentar a tiránicos seres humanos; si trabajaban mucho, al menos lo hacían para ellos mismos. Todos los animales eran iguales. 

Un día, a principios de verano, Squealer ordenó a las ovejas que lo siguieran, y las condujo hacia un pedazo de tierra no cultivada en el otro extremo de la granja. Las ovejas pasaron todo el día allí comiendo las hojas bajo la supervisión de Squealer. Al anochecer, él volvió a la casa, pero, como hacía calor, les dijo a las ovejas que se quedaran donde estaban. Al final permanecieron allí toda la semana y en ese lapso los demás animales no las vieron para nada. Squealer permanecía con ellas durante la mayor parte del día. Dijo que les estaba enseñando una nueva canción, para lo cual se necesitaba el aislamiento. 

Una tarde, al poco tiempo de haber vuelto las ovejas, los animales ya habían terminado de trabajar y regresaban hacia los edificios de la granja, se oyó desde el patio el relincho aterrorizado de un caballo. Alarmados, los animales se detuvieron bruscamente. Era la voz de Clover. Relinchó de nuevo y todos se lanzaron al galope entrando precipitadamente en el patio. Entonces observaron lo que Clover había visto. Era un cerdo caminando sobre sus patas traseras. Sí, era Squealer, estaba paseándose por el patio. Y un rato después, por la puerta de la casa apareció una larga fila de cerdos, todos caminando sobre sus patas traseras. Finalmente, se oyó un tremendo ladrido de los perros y apareció Napoleón en persona, erguido majestuosamente, lanzando miradas arrogantes hacia uno y otro lado y con los perros brincando alrededor. 

Llevaba un látigo en la mano. Se produjo un silencio de muerte. Asombrados, aterrorizados, acurrucados unos contra otros, los animales observaban la larga fila de cerdos marchando lentamente alrededor del patio. Era como si el mundo se hubiese vuelto patas arriba. Llegó un momento en que pasó la primera impresión y, a pesar de todo, a pesar de su terror a los perros y de la costumbre adquirida durante muchos años, de nunca quejarse, nunca criticar, podían haber emitido alguna palabra de protesta. Pero justo en ese instante, como obedeciendo a una señal, todas las ovejas estallaron en un tremendo balido: "¡Cuatro patas sí, dos patas mejor!. ¡Cuatro patas sí, dos patas mejor!. ¡Cuatro patas sí, dos patas mejor!" Y cuando las ovejas callaron, la oportunidad para protestar había pasado, pues los cerdos entraron nuevamente en la casa. 

Benjamín sintió que un hocico le rozaba el hombro. Se volvió. Era Clover. Sus viejos ojos parecían más apagados. Sin decir nada, le tiró suavemente de la crin y lo llevó hasta el extremo del granero principal, donde estaban inscritos los Siete Mandamientos. Durante un minuto o dos estuvieron mirando la pared alquitranada con sus blancas letras. 

- La vista me está fallando, dijo ella finalmente. Ni aun cuando era joven podía leer lo que estaba ahí escrito. Pero me parece que esa pared está cambiada. ¿Están igual que antes los Siete Mandamientos, Benjamín? 

Por primera vez Benjamín consintió en quebrar su costumbre y leyó lo que estaba escrito en el muro. 

Allí no había nada, excepto un solo Mandamiento. Este decía: 

TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS SON MÁS IGUALES QUE OTROS 

Después de eso no les resultó extraño que al día siguiente los cerdos que estaban supervisando el trabajo de la granja llevaran todos látigos en la mano. No les pareció raro enterarse de que los cerdos se habían comprado una radio, estaban gestionando la instalación de un teléfono y se habían suscrito a John Bull, Tit-Bits y el Daily Mirror. No les resultó extraño cuando vieron a Napoleón paseando por el jardín de la casa con una pipa en la boca; no, ni siquiera cuando los cerdos sacaron la ropa del señor Jones de los roperos y se la pusieron. Napoleón apareció con una chaqueta negra, pantalones, mientras que su favorita lucía el vestido de seda de la señora Jones. Una semana después, por la tarde, cierto número de coches llegó a la granja. 

Una delegación de granjeros vecinos había sido invitada para realizar una inspección. Los animales estaban escardando el campo. Trabajaban casi sin despegar las caras del suelo y sin saber si debían temer más a los cerdos o a los visitantes humanos. 

Esa noche se escucharon fuertes carcajadas y canciones desde la casa. El sonido de las voces entremezcladas despertó la curiosidad de los animales. ¿Qué podía estar sucediendo allí, ahora que, por primera vez, animales y seres humanos estaban reunidos en igualdad de condiciones?, se arrastraron en el mayor silencio hasta el jardín de la casa, se detuvieron, un poco asustados, pero Clover avanzó resueltamente y los demás la siguieron, espiaron por la ventana del comedor. Allí, alrededor de una larga mesa, estaban sentados media docena de granjeros y media docena de los cerdos más eminentes, ocupando Napoleón el sitial de honor en la cabecera. Los cer- 

dos parecían encontrarse en las sillas completamente a sus anchas. El grupo estaba jugando una partida de naipes, pero había dejado el juego un momento, para brindar. Una jarra grande estaba pasando de mano en mano y los vasos se llenaban de cerveza una y otra vez. 

El señor Pilkington, se puso en pie, con un vaso en la mano iba a solicitar un brindis a los presentes, se consideraba obligado a decir unas palabras. 

Era para él motivo de satisfacción, dijo, y seguro que, para todos los asistentes, comprobar que un largo periodo de desconfianza y desavenencias llegaba a su fin. Hubo un tiempo en que los respetables propietarios de Granja Animal fueron considerados, con cierta dosis de recelo por sus vecinos humanos. Se produjeron incidentes infortunados. Se creyó que la existencia de una granja poseída y manejada por cerdos era en cierto modo anormal y que podría tener un efecto perturbador en el vecindario. Demasiados granjeros supusieron, sin la debida investigación, que en dicha granja prevalecía un espíritu de libertinaje e indisciplina. Habían estado preocupados respecto a las consecuencias que ello acarrearía a sus propios animales o aun sobre sus empleados humanos. Pero todas estas dudas ya estaban disipadas. El y sus amigos acababan de visitar Granja Animal y de inspeccionar cada pulgada ¿y qué habían encontrado?, una disciplina y un orden que debían servir de ejemplo para todos los granjeros de todas partes. Él creía que estaba en lo cierto al decir que los animales inferiores de Granja Animal hacían más trabajo y recibían menos comida que cualquier animal del condado. En verdad, él y sus colegas visitantes observaron muchos detalles que pensaban implantar en sus granjas inmediatamente. 

Quería terminar su discurso, dijo, recalcando el sentimiento amistoso entre Granja Animal y sus vecinos. ¿No era el problema de los obreros el mismo en todas partes? ¡Si bien ustedes tienen que lidiar con sus animales inferiores, dijo, nosotros tenemos nuestras clases inferiores! Pilkington nuevamente felicitó a los cerdos por las magras raciones, las largas horas de trabajo y la falta general de trato blando que observara en Granja Animal. 

Y ahora, dijo finalmente, iba a pedir a los presentes que se pusieran de pie, un vitoreo entusiasta y un golpear de pies y patas. Napoleón estaba tan complacido, que dio la vuelta a la mesa para chocar su vaso contra el del señor Pilkington antes de vaciarlo. 

Cuando terminó el vitoreo, Napoleón, insinuó que también él tenía que decir algunas palabras, él tenía el honor de controlar, agregó, era una empresa cooperativa. Los títulos de propiedad, que estaban en su poder, pertenecían a todos los cerdos en conjunto.. 

Hasta entonces los animales de la granja tenían una costumbre algo tonta de dirigirse unos a otros como "camarada". Eso iba a ser suprimido. 

Tenía que hacer una sola crítica al magnífico y amistoso discurso del señor Pilkington. El señor hizo referencia en todo momento a Granja Animal. No podía saber, naturalmente, porque él, Napoleón, ahora lo anunciaba por primera vez, que el nombre Granja Animal había sido abolido. 

Desde ese momento la granja iba a ser conocida como Granja Manor, el cual, creía, fue su nombre verdadero y original. Señores, éste es mi brindis: ¡Por la prosperidad de Granja Manor! 

Se repitió el mismo cordial vitoreo de antes y los vasos fueron vaciados de un trago. Pero a los animales que desde fuera observaban la escena les pareció que algo raro estaba ocurriendo. ¿Qué era lo que se había alterado en los rostros de los cerdos? Los viejos y apagados ojos de Clover pasaron rápida y alternativamente de un rostro a otro. Algunos tenían cinco papadas, otros tenían cuatro. Pero ¿qué era lo que parecía diluirse y transformarse? Luego; finalizados los aplausos, los concurrente tomaron nuevamente los naipes y continuaron la partida, alejándose los animales en silencio. 

Pero no habían dado veinte pasos cuando se pararon bruscamente. Un alboroto de voces venía desde la casa. Corrieron de vuelta y miraron nuevamente por la ventana. Sí, se estaba desarrollando una violenta discusión: gritos, golpes sobre la mesa, miradas penetrantes y desconfiadas, negativas furiosas. El origen del conflicto parecía ser que tanto Napoleón como el señor Pilkington habían jugado simultáneamente un as de espadas cada uno. 

Doce voces estaban gritando enfurecidas, y eran todas iguales. No existía duda de lo que sucediera a las caras de los cerdos. Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible discernir quién era quién…..FIN.

domingo, 21 de abril de 2013

ALIANZA DE CIVILIZACIONES. J. Cabeza.

Hace poco una periodista progre francesa decía: “son terroristas y punto. El islán es otra cosa”. 

Existen hombres bombas (a veces son mujeres y otras niños) o se hacen saltar en sus coches bombas…Eso no se explica si no se tiene en cuenta el portentoso fanatismo religioso. Es el sello del terrorismo islámico. 

Alemania vive aun hoy un gigantesco trauma debido a su pasado nazi y no solo por sus crímenes, sus guerras, sus campos de concentración, si no por el masivo apoyo popular con el que conto el régimen Nacionalsocialista durante unos diez años (1933-1943). 

En contra de lo que muchos escriben o dicen, ese apoyo no se debía a las hazañas criminales de los nazis, si no que el régimen Nacionalsocialista había logrado tres éxitos: económico, la liquidación del paro y la inflación. Otro en materia de orden público y después de que la Internacional Comunista hubiera intentado repetir en Alemania la revolución bolchevique del 1917, creando para ello una serie de motines, insurrecciones armadas y otros conflictos que habían terminado por asustar y exasperar a muchos alemanes, (desde luego, esas intentonas golpistas ya habían fracasado en 1933, pero los nazis lograron presentarse como los únicos que impedirían la vuelta de tales disturbios). Y uno de índole nacional, pues explotaron la humillación de la derrota en la gran guerra y prometieron liquidar el inicio del Tratado de Versalles. 

Con semejantes éxitos, los alemanes (y esto sí que es repugnante, pero no exclusivo de los alemanes), aceptaron cerrar los ojos ante las dramáticas medidas de la liquidación de las libertades democráticas, la presencia de los judíos y la apertura de los campos de concentración. No nos olvidemos del miedo, se tenía miedo a los nazis, como se tuvo miedo a los comunistas y se tiene miedo ahora al Islán radical. 

Hoy los alemanes no olvidan, sienten culpa, pero también saben que han dejado de rasgarse las vestiduras. 

En cambio, en los países comunistas, como Rusia, China o Corea del norte y Cuba, ni rasgado las vestiduras ni remordimientos, dado que los retratos de Mao, Stalin, Lenin, presiden todos los despachos y actos…incluso en España todas las sedes comunistas presiden estos retratos. 

Pero volvamos al Islán. Ni todos los musulmanes son terroristas, ni todos los terroristas son musulmanes. Bien, ¿y qué? En España, tenemos apología del terrorismo etarra en el mismo congreso de los diputados con Bildu, pero si es muy difícil ver en el gigantesco mundo árabe-musulmán, quienes son terroristas, quienes les apoyan, quienes les aplauden y quienes por el contrario lamentan el terrorismo o lo combaten. 

Ahmadineyad puede decir y hacer cualquier barbaridad y si algunos le critican, muchos por no decir todos, le toleran. 

Porque tiene petróleo y porque es musulmán, a Irán se le considera un país importante y los zapateritas lo cubrieron con el manto de la “ Alianza de las Civilizaciones” ¡ojo¡, lo mismo ocurrió con Hitler y Stalin. 

Esta ceguera, cuando no complicidad, ante el totalitarismo islámico se viste de buenos sentimientos y de principios democráticos, de tolerancia e igualdad. Amplios sectores de la izquierda europea y no solo europea, muchos de la izquierda española, cuando admiten que el Islán tiene aspectos “oscurantistas”, enseguida sacan a la Iglesia Católica y la Inquisición de hace siglos. 

Lo que en la práctica ocurre siempre es que la bienvenida e indiscutible libertad de expresión, que incluye el derecho a blasfemar, hace lustros que se ejerce libremente en relación con la religión Católica, o con la Protestante, o con la Budista, pero está absolutamente prohibido, so pena de muerte, en relación al Corán. Y eso para los musulmanes, pero ¿Por qué para los no musulmanes? Son abundantísimas las guerras inspiradas en el Corán, como crímenes, atentados y suicidios, ( aunque muchas veces también sirven para la conquista del poder). 

Reino Unido, fue modelo de tolerancia democrática y de libertad de expresión hasta el 2005, cuando unos terroristas islámicos asesinaron en Londres a 56 personas y 700 heridos. Previamente en la mezquita de Fiusbury Park, el imán Abu Hamza, exigía todos los viernes , con toda libertad, el degollamiento de los infieles y la destrucción de Occidente, proclamas semejantes se oían y se oyen en todas las mezquitas. Las autoridades británicas reaccionaron, con medidas de seguridad. 

Hay quienes aseguran que el Corán ha sustituido a “El Capital” como libro de cabecera de la extrema izquierda anti mundialista. 

En cuanto a España, los autores de los atentados de Atocha, quienes fueran, han triunfado, ni los gobiernos, ni los medios, los partidos, las ONG, todos salvo la mayoría de los españoles, (un detalle) se han rendido ante el califa. Como se han rendido ante Eta. 

En vez de buscar alianzas imposibles deberíamos solidarizarnos con todos los que rechazan el terrorismo y el fanatismo. 

Estamos en una situación, que en ciertos aspecto, recuerda la lucha contra el totalitarismo comunista: en vez de mimar Jruschov, Breznev, y no hablemos de Stalin, Lenin. Había que solidarizarse con lo que representaba Soljenistsyn, Sajarov, o Solidarnosc, o Havel etc. Se hizo pero tardíamente e insuficiente. No cometamos el mismo error, no caigamos en la trampa traicionera de la Alianza de Civilizaciones…Esto, que llaman “progresismo” está acabando con todos los valores Occidentales, de siglos y siglos, mas nos valdría un posicionamiento en favor de nuestra cultura real, no la que algunos nos quieren imponer.

III PARTE DEL LIBRO REBELIÓN EN LA GRANJA

Capítulo VII 

Ese invierno se presentó muy crudo. Los animales se arreglaron como pudieron para la reconstitución del molino, pues sabían bien que el mundo exterior les estaba observando y que los envidiosos seres humanos se regocijarían y obtendrían el triunfo si no terminaban la obra a tiempo. 

Rencorosos, los seres humanos, pretendieron no creer que fue Snowball quien había destruido el molino; afirmaron que se derrumbó porque las paredes eran demasiado delgadas. Los animales sabían que eso no era cierto. A pesar de ello, se decidió esta vez construir las paredes de un metro de espesor en lugar de medio metro como antes. Los animales no podían sentirse optimistas como la vez anterior. Siempre tenían frío y generalmente también hambre. Únicamente Boxer y Clover jamás perdieron el ánimo. Squealer pronuncio discursos magníficos referentes al placer del servicio y la dignidad del trabajo, pero los otros animales encontraron más inspiración en la fuerza de Boxer y su infalible grito: “¡Trabajaré más fuerte!”En enero escaseó la comida. 

Era fundamentalmente necesario ocultar eso al mundo exterior. Hasta entonces los animales tuvieron poco o ningún contacto con Whymper en sus visitas semanales; ahora, unas cuantas ovejas, fueron instruidas para que comentaran que las raciones habían sido aumentadas. Además, Napoleón ordenó que se llenaran hasta el tope con arena los depósitos casi vacíos de los cobertizos y luego fueran cubiertos con lo que aún quedaba de los cereales y forrajes. Mediante un pretexto adecuado, Whymper fue conducido a través de esos cobertizos, permitiéndosele echar un vistazo a los depósitos. Fue engañado, y continuó informando al mundo exterior que no había escasez de alimentos en Granja Animal. A fines de enero era evidente la necesidad de obtener más cereales de alguna parte. En esos días, Napoleón rara vez se presentaba en público; pasaba todo el tiempo dentro de la casa, cuyas puertas estaban custodiadas por canes de aspecto feroz. Cuando aparecía, era en forma ceremoniosa, con una escolta de seis perros que lo rodeaban de cerca y gruñían si alguien se aproximaba demasiado. Ya ni se le veía los domingos por la mañana, sino que daba sus órdenes por intermedio de algún otro cerdo, generalmente Squealer. Un domingo por la mañana, Squealer anunció que las gallinas que comenzaban a poner nuevamente, debían entregar sus huevos. 

Cuando las gallinas oyeron esto levantaron una gran gritería. Habían sido advertidas con anterioridad de que sería necesario ese sacrificio, pero no creyeron que ocurriría esto. Estaban preparando sus nidadas para la empolladura de primavera y protestaron expresando que quitarles los huevos era un crimen. Por mera vez desde la expulsión de Jones había algo que se asemejaba una rebelión. Napoleón actuó rápidamente, y sin piedad. Ordenó que fueran suspendidas las raciones de las gallinas y decretó que cualquier animal que le diera aunque fuera un grano de maíz a una gallina, sería castigado con la muerte. Los perros tuvieron cuidado de que las órdenes fueran cumplidas. Las gallinas resistieron durante cinco días, luego capitularon y volvieron a sus nidos. Nueve gallinas murieron mientras tanto. Sus cadávere. Whymper no se enteró de este asunto y los huevos fueron debidamente entregados; el camión de un almacenero acudía semanalmente a la granja para llevárselos. 

Durante todo este tiempo no se tuvo señal de Snowball. Se rumoreaba que estaba oculto en una de las granjas vecinas: Foxwood o Pinchfield. Napoleón mantenía mejores relaciones que antes con los otros granjeros. A principios de primavera, se descubrió algo alarmante. ¡Snowball frecuentaba en secreto la granja por las noches! Los animales estaban tan alterados que apenas podían dormir en sus corrales. Se decía, él se introducía al amparo de la oscuridad y hacía toda clase de daños. Robaba el maíz, volcaba los baldes de leche, rompía los huevos, pisoteaba los semilleros, roía la corteza de los árboles frutales. Cuando algo andaba mal, se acostumbró atribuírselo a Snowball y cuando se perdió la llave del cobertizo de los comestibles, toda la granja estaba convencida de que Snowball la había tirado al Pozo. Cosa curiosa, siguieron creyendo esto aun después de encontrarse la llave extraviada debajo de una bolsa de harina. 

Los animales estaban terriblemente asustados. Les parecía que Snowball era una especie de maleficio invisible, infestando el aire y amenazándolos con clase de peligros. Al anochecer, Squealer los reunió a todos, y con el rostro alterado les anunció que tenía noticias serias que comunicarles. 

¡Camaradas, gritó Squealer, se ha descubierto algo terrible! ¡Snowball 

se ha vendido a la Granja Pinchfield y debe estar conspirando para atacarnos y quitamos nuestra granja! Snowball hará de guía cuando comience el ataque. Pero hay algo peor aún. Nosotros habíamos creído que la rebelión de Snowball fue motivada por su vanidad y su ambición. Pero ¿Sabéis cuál era la verdadera razón? ¡Snowball estaba de acuerdo con Jones desde el comienzo mismo! Fue agente secreto de Jones. Para mí esto explica mucho, camaradas: 

Esta era una maldad mucho mayor que la destrucción del molino por Snowball. 

Pero Boxer estaba algo indeciso. 

- Yo no creo que Snowball fuera un traidor, dijo finalmente. 

- Nuestro líder, el camarada Napoleón, anunció Squealer, ha manifestado que Snowball fue agente de Jones desde el mismo comienzo; mucho antes que se pensara siquiera en la Rebelión. Si el camarada Napoleón lo dice, debe ser así. 

- ¡Ese es el verdadero espíritu, camarada! gritó Squealer, pero se notó que lanzó a Boxer una mirada maligna. 

Cuatro días después, Napoleón ordenó a los animales que se congregaran en el patio, salió de la casa, luciendo sus dos medallas (porque recientemente se había nombrado él mismo Héroe Animal, primer grado y segundo grado), con sus nueve enormes perros alrededor, y emitiendo gruñidos que produjeron escalofríos a los animales. Todos se recogieron en sus lugares, pareciendo saber que iba a ocurrir algo terrible. 

Napoleón se quedó observando severamente a su auditorio; luego emitió un gruñido agudo. Inmediatamente los perros saltaron hacia delante, agarraron a cuatro de los cerdos y lo arrastraron, chillando de dolor y terror, hasta los pies de Napoleón. Las orejas de los cerdos estaban sangrando; los perros habían probado sangre y por unos instantes parecían enloquecidos. Ante el asombro de todos, tres de ellos se abalanzaron sobre Boxer. Este los vio venir y estiró su enorme pata, y lo aplastó contra el suelo. El perro chilló y los otros dos huyeron con el rabo entre las piernas. Boxer miró a Napoleón para saber si debía aplastar al perro matándolo o si debía soltarlo. Napoleón le ordenó bruscamente que soltara al perro, con lo cual Boxer levantó su pata y el can huyó magullado y gimiendo. 

Pronto cesó el tumulto. Los cuatro cerdos esperaban temblando y Napoleón les exigió que confesaran sus crímenes. Eran los mismos cuatro cerdos que habían protestado cuando Napoleón abolió las reuniones de los domingos. Confesaron que habían estado clandestinamente en contacto con Snowball desde su expulsión, habían colaborado con él en la destrucción del molino y convinieron en entregar Granja Animal al señor Frederick. Agregaron que Snowball había admitido, que él era agente secreto del señor Jones desde muchos años atrás. Cuando terminaron su confesión, los perros, sin perder tiempo, les desgarraron las gargantas y con voz terrible, Napoleón preguntó si algún otro animal tenía algo que confesar. 

Las tres gallinas, que fueron las cabecillas del conato de rebelión por los huevos, se adelantaron y declararon que Snowball se les había aparecido en un sueño, incitándolas a desobedecer las órdenes de Napoleón. También ellas fueron destrozadas. Luego dos ovejas confesaron que asesinaron a un viejo carnero, muy adicto a Napoleón. Todos ellos fueron ejecutados allí mismos. Y así continuó la serie de confesiones y ejecuciones, hasta que una pila de cadáveres yacía a los pies de Napoleón y el aire estaba impregnado con el olor de la sangre, lo cual era desconocido desde la expulsión de Jones. 

Cuando terminó esto, los animales restantes, exceptuando los cerdos y los perros, se alejaron juntos. Estaban estremecidos. No sabían qué era más espantoso: si la traición de los animales que se conjuraron con Snowball o la cruel represión que acababan de presencia. 

Clover dijo que eso no era a lo que aspiraban cuando emprendieron, años atrás, el derrocamiento de la raza humana. Esas escenas de terror y matanza no eran lo que ellos soñaron aquella noche cuando el Viejo Mayor, por primera vez, los incitó a rebelarse. Si ella misma hubiera concebido un cuadro del futuro, habría sido el todos igual, cada uno trabajando de acuerdo con su capacidad; el fuerte protegiendo al débil. En su lugar, ella no sabía por qué habían llegado a un estado tal que nadie se atrevía a decir lo que pensaba, en el que perros feroces merodeaban por doquier. No había intención de rebeldía o desobediencia en su mente. Las cosas estaban mucho mejor que en los días de Jones y que, ante todo, era necesario evitar el regreso de los seres humanos. Sucediera lo que sucediera permanecería leal, trabajaría fuerte, cumpliría las órdenes que le dieran y aceptaría las directivas de Napoleón. Pero aun así, no era eso lo que ella y los demás animales, añoraran y para lo que trabajaran tanto. No era para eso que construyeron el molino ni hicieron frente a las balas de Jones. Tales eran sus pensamientos, aunque le faltaban palabras para expresarlos. Presintiendo que sería en cierta forma un sustituto para las palabras empezó a cantar Bestias de Inglaterra. Los demás animales, alrededor, la imitaron y cantaron, con sufrimiento, y tristemente, como nunca lo hicieran. Se acercó Squealer, acompañado de dos perros. Anunció que por un decreto especial del camarada Napoleón se había abolido Bestias de Inglaterra, quedaba prohibido cantar dicha canción. 

Los animales quedaron asombrados. ¿Por qué? gritó Muriel. 

- Ya no hace falta, camarada, dijo Squealer secamente. Bestias de Inglaterra fue el canto de la Rebelión. Pero la Rebelión ya ha terminado. La ejecución de los traidores esta tarde fue el acto final. El enemigo, tanto exterior como interior, ha sido vencido. En Bestias de Inglaterra nosotros expresamos nuestras ansias por una sociedad mejor en lo futuro. Pero esa sociedad ya ha sido establecida. Aunque estaban asustados, algunos de los animales hubieran protestado, pero en ese momento las ovejas comenzaron su acostumbrado balido de "Cuatro patas sí, dos pies no", y puso fin a la discusión. 

Y de esa forma no se escuchó más Bestias de Inglaterra. En su lugar, había compuesto otra canción que comenzaba así: 

Granja Animal, Granja Animal ¡Nunca por mí sufrirás algún mal! Se cantó todos los domingos después de izarse la bandera. 

Algunos días más tarde, cuando ya había desaparecido el terror por las ejecuciones, algunos animales recordaron, que el Sexto Mandamiento decretaba: Ningún animal matará a otro animal. Y aunque nadie quiso mencionarlo al alcance del oído de los cerdos o, de los perros, las matanzas no concordaban con aquello. Decía así: Ningún animal matará a otro animal "sin motivo". Por una razón u otra, las dos últimas palabras se les habían ido de la memoria a los animales. Pero comprobaron que el Mandamiento no fue violado; porque, evidentemente, hubo buen motivo para matar a los traidores que se aliaron con Snowball. 

Durante ese año los animales trabajaron aún más duro que el año anterior. Reconstruir el molino, con paredes dos veces más gruesas que antes, y además del trabajo en la granja, era una tarea tremenda. A veces les parecía que trabajaban más horas y no comían mejor que en la época de Jones. Los domingos Squealer, sujetando un papel les leía listas de cifras demostrando que la producción de toda clase de víveres había aumentado en un doscientos por ciento, trescientos por ciento o quinientos por ciento, según el caso. 

Los animales no vieron motivo para no creerle, especialmente porque no podían recordar con claridad cómo eran las cosas antes de la Rebelión. Aun así, preferían a veces contar con menos cifras y más comida. 

Todas las órdenes eran emitidas por intermedio de Squealer o uno de los otros cerdos. Napoleón no era visto en público, sino, cuando mucho, una vez cada quince días. Cuando aparecía acompañado por su comitiva de perros. Hasta en la casa, se decía, Napoleón ocupaba aposentos separados de los demás. Comía solo, con dos perros para servirlo, y siempre utilizaba la vajilla que había estado en la vitrina de cristal de la sala. También se anunció que la escopeta sería disparada todos los años en el cumpleaños de Napoleón, igual que en los otros dos aniversarios. 

Napoleón no era ya mencionado simplemente como "Napoleón". Se le nombraba siempre en forma ceremoniosa como "nuestro líder, camarada Napoleón", "Padre de todos los animales", "Terror de la humanidad". Aún vivían en la ignorancia y la esclavitud en otras granjas. Se había hecho costumbre atribuir a Napoleón toda proeza afortunada y todo golpe de suerte. A menudo se oía que una gallina le decía a otra: "Bajo la dirección de nuestro líder, camarada Napoleón, yo he puesto cinco huevos en seis días". A mediados del verano los animales se alarmaron al oír que tres gallinas confesaron haber tramado, inspiradas por Snowball, un complot para asesinar a Napoleón. Fueron ejecutadas inmediatamente y se tomaron nuevas precauciones para la seguridad de Napoleón. Cuatro perros cuidaban su cama durante la noche, uno en cada esquina, y un joven cerdo llamado Pinkeye fue designado para probar todos sus alimentos antes de que el líder los comiera, por temor a que estuvieran envenenados. 

Más o menos en esa época se divulgó que Napoleón había convenido en vender la pila de madera al señor Pinkington; también debía celebrarse un contrato formal para el intercambio de ciertos productos entre Granja Animal y Foxwood. Las relaciones entre Napoleón y Pilkington, aunque conducidas únicamente por intermedio de Whymper, eran casi amistosas. Los animales desconfiaban de Pilkington, como ser humano, pero lo preferían mucho más que a Frederick, a quien temían y odiaban. Finalizando el verano y la construcción del molino llegaba a su término, los rumores de un inminente ataque traicionero iban en aumento. Frederick, se decía, tenía intención de traer contra ellos veinte hombres. 

Se concluyó el molino de viento, sería llamado Molino Napoleón. 

Dos días después los animales fueron citados para una reunión especial en el granero. Quedaron estupefactos cuando Napoleón les anunció que había vendido la pila de madera a Frederick. Los carros comenzarían a llevársela. Durante todo el período de su aparente amistad con Pilkington, Napoleón en realidad había estado de acuerdo, en secreto, con Frederick. Al mismo tiempo, Napoleón aseguró a los animales que los rumores de un ataque inminente a Granja Animal eran completamente falsos y que las noticias respecto a las crueldades de Frederick con sus animales habían sido enormemente exageradas. Todos esos rumores probablemente habían sido originados por Snowball y sus agentes. Ahora parecía que Snowball no estaba, después de todo, escondido en la Granja Pinchfield y que, en realidad, nunca estuvo allí. 

Los cerdos estaban extasiados por la astucia de Napoleón. Mediante su aparente amistad con Pilkington forzó a Frederick a aumentar su precio en doce libras. Este había querido anticipar por la madera algo que se llama cheque, el cual, al parecer, era un pedazo de papel con la promesa de pagar por lo escrito en el mismo. Pero Napoleón fue demasiado listo para él. Había exigido el pago en papeles auténticos de cinco libras, que debían abonarse antes de retirar la madera. Otra reunión especial en el granero para que los animales pudieran inspeccionar los billetes de banco de Frederick. 

Tres días después se registró un terrible alboroto. Whymper, llegó a toda Velocidad, se oyó un sordo rugido de ira desde el aposento de Napoleón. La noticia de lo ocurrido se difundió por la granja. ¡Los billetes de banco eran falsos! ¡Frederick había obtenido la madera gratis! 

Napoleón reunió a todos los animales y con terrible voz pronunció la sentencia de muerte contra Frederick. Cuando fuera capturado, dijo, Frederick debía ser hervido vivo. Los animales entraron corriendo con el anuncio de que Frederick y sus secuaces ya habían pasado el portón de acceso. Los animales salieron audazmente para combatir, pero esta vez no alcanzaron la victoria Había quince hombres, con media docena de escopetas, y abrieron fuego tan pronto como llegaron a cincuenta metros de los animales. Unos cuantos de ellos estaban heridos. Se refugiaron en los edificios de la granja. Toda la pradera grande, incluyendo el molino de viento, estaba en manos del enemigo. Por el momento hasta Napoleón estaba sin saber qué hacer. Paseaba de acá para allá sin decir palabra. Se lanzaban miradas ávidas en dirección a Foxwood. Si Pilkington y su gente los ayudaran, aún podrían salir bien. Pero en ese momento las cuatro palomas que habían sido enviadas volvieron, portadora de un trozo de papel de Pilkington. Sobre el mismo figuraban escritas con lápiz las siguientes palabras: "Se lo tienen merecido". Mientras tanto, Frederick y sus hombres se detuvieron Iban a echar abajo el molino de viento. ¡Imposible!, gritó Napoleón. Hemos construido las paredes demasiado gruesas para eso. ¡Coraje, camaradas! DE pronto un trueno ensordecedor. todos los animales, exceptuando a Napoleón, se echaron a tierra y escondieron sus caras. Cuando se incorporaron ¡El molino había dejado de existir! 

El miedo y la desesperación que sintieran fueron ahogados por su ira. Lanzaron una potente gritería clamando venganza, y sin esperar otra orden atacaron en masa y se abalanzaron sobre el enemigo. Los hombres hicieron fuego una y otra vez, y cuando los animales casi todos estaban heridos. Napoleón, dirigía las operaciones desde la retaguardia. Pero los hombres tampoco salieron ilesos. Los perros guardaespaldas de Napoleón, a quienes él había ordenado que hicieran un rodeo aparecieron repentinamente por el flanco de los hombres, el pánico se apoderó de éstos. Frederick gritó a sus hombres que escaparan, huyó a toda velocidad. Los animales los persiguieron hasta el fondo del campo. Habían vencido, pero estaban fatigados y sangraban. Lentamente y renqueando volvieron hacia la granja. 

Cuando se aproximaron a la granja, Squealer, que estuvo ausente durante la lucha, vino saltando hacia ellos, meneando la cola. Y los animales oyeron, desde la dirección de los edificios de la granja, el estampido de una escopeta. 

- ¿A qué se debe ese disparo? preguntó Boxer. - ¡Es para celebrar nuestra victoria! gritó Squealer. - ¿Qué victoria?, exclamó Boxer. Sus rodillas estaban sangrando, había perdido una herradura. 

- ¿Qué victoria, camarada? ¿No hemos arrojado al enemigo de nuestro suelo, el suelo sagrado de Granja Animal? - Pero han destruido el molino. ¡Y nosotros hemos trabajado durante dos años para construirlo! ¿Qué importa? Construiremos otro molino. Construiremos seis molinos si queremos. No apreciáis, camarada, la importancia de lo que hemos hecho. El enemigo estaba ocupando este suelo que pisamos. ¡Y ahora, gracias a la dirección del camarada Napoleón, hemos reconquistado cada pulgada del mismo! 

- Entonces, ¿hemos recuperado nuevamente lo que teníamos antes? preguntó Boxer. - Esa es nuestra victoria, agregó Squealer. 

Entraron renqueando al patio. Los perdigones bajo la piel de la pata de Boxer le ardían dolorosamente. Veía ante sí la pesada labor de reconstruir el molino desde los cimientos y, en su imaginación, se preparaba para la tarea. Pero por primera vez se le ocurrió que él tenía once años de edad y que tal vez sus poderosos músculos ya no fueran lo que habían sido antes. Sintieron disparar nuevamente la escopeta, siete veces fue disparada, y escucharon el discurso que pronunció Napoleón, felicitándolos por su conducta, les pareció que, después de todo, habían logrado una gran victoria. 

Napoleón había creado una nueva condecoración, la Orden del Estandarte Verde, que él se otorgó a sí mismo. En el regocijo general se olvidó el infortunado incidente de los billetes de banco. 

Unos días después los cerdos hallaron un cajón de whisky en el sótano de la casa. Había sido pasado por alto en el momento de ocupar el edificio. Esa noche se oyeron desde la casa canciones en voz alta, donde, para sorpresa de todos, se entremezclaban los acordes de Bestias de Inglaterra, se vio a Napoleón, luciendo una vieja galera del señor Jones, salir por la puerta. Pero, por la mañana, reinaba un silencio profundo en la casa. Ni un cerdo se movía. Squealer hizo su aparición, sus ojos estaban opacos, la cola le colgaba débilmente. Reunió a los animales dijo que tenía que comunicarles malas noticias. ¡El camarada Napoleón se estaba muriendo! 

Las muestras de dolor se elevaron en un solo grito unánime. Con lágrimas en los ojos se preguntaban unos a otros qué harían si perdieran a su líder. Se difundió el rumor de que Snowball, a pesar de todo, había logrado introducir veneno en la comida de Napoleón. Salió Squealer para comunicar otro anuncio. Como último acto sobre la Tierra, el camarada Napoleón emitía un solemne decreto: el hecho de beber alcohol sería castigado con la muerte. 

Al anochecer, Napoleón parecía estar mejor, a la mañana siguiente Squealer pudo decirles que se hallaba en vías de restablecimiento. Esa misma noche Napoleón estaba en pie y al otro día se supo que había ordenado a Whymper que comprara en Willingdon algunos folletos sobre la elaboración y destilación de bebidas. Una semana después Napoleón ordenó que el campo destinado como lugar de pastoreo para animales, retirados del trabajo, fuera arado. Se dijo que el campo estaba agotado y era necesario cultivarlo de nuevo, pero pronto se supo que Napoleón tenía intención de sembrarlo con cebada. 

Por esa época ocurrió un incidente raro que casi nadie entendió. Una noche, se oyó un fuerte estrépito en el patio, y los animales salieron corriendo. Al pie de la pared del granero principal, donde figuraban inscritos los Siete Mandamientos, se encontraba una escalera rota en dos pedazos. Squealer, aturdido, estaba tendido al lado, y muy a mano había una linterna, un pincel y un tarro volcado de pintura. Los perros formaron un círculo alrededor de Squealer. Ninguno de los animales lograba entender lo que significaba excepto el viejo Benjamín, días después Muriel, que estaba leyendo los Siete Mandamientos, notó que había otro de ellos que los animales recordaban en mala forma. Ellos creían que el Quinto Mandamiento decía: Ningún animal beberá alcohol, pero pasaron por alto dos palabras. Ahora el Mandamiento expresaba: Ningún animal beberá alcohol "en exceso". 

Al principio, cuando se formularon las leyes de Granja Animal, se fijaron las siguientes edades para jubilarse: caballos y cerdos a los doce años, vacas a los catorce, perros a los nueve, ovejas a los siete y las gallinas y los gansos a los cinco. Se establecieron pensiones liberales para la vejez. Hasta entonces ningún animal se había retirado, pero últimamente la discusión del asunto fue en aumento. Ahora que el campo detrás de la huerta quedó destinado para la cebada, circulaba el rumor de que alambrarían un rincón de la pradera larga convirtiéndolo en campo de pastoreo para animales jubilados. Boxer iba a cumplir los doce años a fines del verano del año siguiente. 

Mientras tanto, la vida seguía dura. El invierno fue tan frío como el anterior, y la comida aún más escasa. Nuevamente fueron reducidas todas las raciones, exceptuando las de los cerdos y las de los perros. "Una igualdad rígida en las raciones explicó Squealer, sería contraria a los principios del Animalismo". De cualquier manera, no tuvo dificultad en demostrar a los demás que, en realidad, no estaban faltos de comida, fue necesario hacer un reajuste de las raciones (Squealer siempre hablaba de un "reajuste", nunca de una "reducion.) 

En el tiempo de Jones, trabajaban menos horas, que el agua que bebían era de mejor calidad, vivían más años que una mayor proporción de criaturas sobrevivía y que tenían más paja en sus corrales y menos pulgas. En verdad, Jones y lo que él representaba casi se habían borrado de sus memorias. Ellos sabían que la vida era dura y áspera, que muchas veces tenían hambre y frío, y generalmente estaban trabajando cuando no dormían. Pero, sin duda, fue peor en los viejos tiempos. Sentíanse contentos de creerlo así. Además, en aquellos días fueron esclavos y ahora eran libres, y eso representaba mucha diferencia, como Squealer no dejaba de señalarles. 

Había muchas bocas más que alimentar. En el otoño las cuatro cerdas tuvieron crías entre todas treinta y una cochinillas. Se implantó también la regla que cuando un cerdo o cualquier otro animal se encontraban en el camino, el segundo debía hacerse a un lado; y asimismo que los cerdos, iban a tener el privilegio de usar cintas en la cola los domingos.La granja tuvo un año bastante próspero, pero aun andaban escasos de dinero.. Las raciones, rebajadas en diciembre, fueron disminuidas nuevamente en febrero, Pero los cerdos parecían estar bastante cómodos en realidad, aumentaban de peso. Una tarde, a fines de febrero, un tibio, rico y apetitoso aroma, como jamás habían percibido los animales, llegó al patio, transportado, desde la casita donde se elaboraba cerveza, en desuso en los tiempos de Jones. Alguien dijo que era el olor de la cebada hirviendo. Los animales husmearon hambrientos el aire y se preguntaban si se les estaba preparando una masa caliente para la cena. Pero no apareció ninguna masa caliente, y el domingo siguiente se anunció que desde ese momento toda la cebada sería reservada para los cerdos. El campo detrás de la huerta ya había sido sembrado con cebada. Y pronto se supo que todos los cerdos recibían una ración de una pinta de cerveza por día, y medio galón para el mismo Napoleón. 

Pero si bien no faltaban penurias que aguantar, en parte estaban compensadas por el hecho de que la vida tenía mayor dignidad que antes. Había más canciones, más discursos, más procesiones. Napoleón ordenó que vez por semana se hiciera algo denominado Demostración Espontánea. A la hora indicada los animales abandonaban sus tareas y marchaban por los límites de la granja en formación militar, con los cerdos a la cabeza, luego los caballos, las vacas, las ovejas y después las aves. Los perros iban a los flancos y a la cabeza de todos marchaba el gallo negro de Napoleón. Boxer y Clover llevaban siempre una bandera verde marcada con el asta y la pezuña y el encabezamiento: "¡Viva el Camarada Napoleón!" Luego venían recitales de poemas compuestos en honor de Napoleón y un discurso de Squealer dando los detalles de los últimos aumentos en la producción de alimentos, y en algunas ocasiones se disparaba un tiro de escopeta. Las ovejas eran las más aficionadas a las Demostraciones Espontáneas, y si alguien, se 

quejaba (como lo hacían a veces algunos animales, cuando no había cerca cerdos ni perros) alegando que se pierde el tiempo y se aguanta un largo plantón en el frío, las ovejas lo silenciaban infaliblemente con un tremendo: "¡Cuatro patas sí, dos pies no!" Pero, a la larga, a los animales les gustaban esas celebraciones. Resultaba satisfactorio el recuerdo de que, después de todo, ellos eran realmente sus propios amos y que todo el trabajo que efectuaban era en beneficio propio. Y así, podían olvidar que sus barrigas estaban vacías, al menos por algún tiempo. 

En abril, Granja Animal fue proclamada República, y se hizo necesario elegir un Presidente. Había un solo candidato: Napoleón, que resultó elegido por unanimidad.