El 17 de mayo de 1979, durante la celebración
del XXVIII Congreso del PSOE, Felipe González impone que desaparezca el término marxismo de
los estatutos del partido. Los militares norteamericanos que tanto preguntaban
por este asunto a los oficiales españoles, durante los cursos de formación
realizados en Estados Unidos, ya pueden quedarse completamente tranquilos.
Justo de la Cueva, miembro de la comisión mixta de reunificación del PSOE
madrileño (proviene del sector histórico), desalentado, deja la militancia en
ese momento y declara: El PSOE va donde diga la CIA a través de Willy Brandt.
Hasta en el propio Bundestag alemán se acaba de denunciar que la Fundación
Friedrich Ebert del SPD recibe dinero directamente de la CIA. Los jóvenes que
dieron el golpe de Estado dentro del PSOE en Suresnes, comandados por González,
van cumpliendo al pie de la letra el guion que les han preparado. El poder está
cada vez más cerca. El papel que el PSOE tiene que interpretar en la Transición
está escrito desde bastante antes de la muerte de Franco, pero se termina de
pulir en 1974. El giro a la izquierda de la Revolución de los Claveles coincide
con los primeros pasos en público de la Junta Democrática, constituida por
iniciativa de Antonio García Trevijano y auspiciada por el PCE. Desde el
principio, Felipe González hace todo lo posible para hundir este organismo
unitario que reclama amnistía total, la formación de un Gobierno provisional y
la celebración de una consulta para elegir la forma de Estado: Monarquía o
Republica. Cuando se produce la hegemonía del Partido Comunista Portugués en el
proceso político que se vive en el país vecino, el secretario de Estado
norteamericano, Henry Kissinger, se alarma y viaja a Alemania para entrevistarse primero
con el canciller Helmut Schmidt, y después con Willy Brandt, que continua
teniendo una enorme influencia en la Internacional Socialista. Les insiste en
que apoyen decididamente al PSOE, señala García Trevijano.
Por
eso Felipe González no entra en la Junta, porque se siente respaldado por una
potencia superior, por los alemanes y los norteamericanos. Una vez que está seguro de ese apoyo, se traslada a Madrid,
donde tiene una entrevista con el Rey y con altos mandos del Ejército, y ahí
establecen la estrategia de que hay que ir gradualmente hacia las libertades en
España para evitar una radicalización de la situación. Felipe González es el más
interesado en mantener a los comunistas en la ilegalidad. Advierte de esta operación nada menos que Claude
Chaisson, que luego será ministro de Exteriores con Mitterrand y entonces era
comisario en Bruselas del Mercado Común. Teníamos mucha amistad. Era miembro del Partido Socialista Francés y
estaba bien informado de todo esto. Ahí fue cuando cedimos y constituimos la Plata
junta, a sabiendas de que se estaba haciendo para que entrara en ella el PSOE,
que sería el traidor. Pero más traidor seria si estaba fuera. Santiago Carrillo, que era muy listo para
olfatear por donde venían los aires políticos, quería seguir completamente la política
del PSOE.
En
octubre de 1982, Felipe González consigue su objetivo y gana las elecciones por
mayoría absoluta. Un año después, José Mario Armero le dedica un elogioso artículo
en el que repasa, de forma muy elocuente, los logros del Gobierno del PSOE.
Armero era abogado en España de las más importantes multinacionales
norteamericanas y un hombre con muchos contactos en el Departamento de Estado. También
intervino, como mediador, en las conversaciones que condujeron a la legalización
del PCE, después Manifestantes anti Otan en los ochenta de negociar con Santiago
Carrillo la aceptación de la Monarquía. El 20 de octubre de 1983 escribe:
La
realidad demuestra que hoy en España gobierna un partido socialdemócrata,
europeo, occidentalita, pronorteamericano y decididamente atlantista. En un año
de gobierno, los hombres del PSOE han cumplido un papel realmente singular: la
casi destrucción de la izquierda tradicional española, en buena parte marxista
y revolucionaria, que seguía una tradición muy distinta a los nuevos derroteros
que han tomado los jóvenes dirigentes socialistas. Realmente nada tienen que
ver con Pablo Iglesias, ni con Francisco Largo Caballero, ni siquiera con
Rodolfo Llopis. Y han conseguido sustituir lo que siempre se ha considerado
como izquierda por una socialdemocracia, que es un amplio fenómeno donde cabe
la libre empresa, la propiedad privada, los europeos, los norteamericanos y la
OTAN.
Y
efectivamente, del OTAN, de entrada, no se pasa al , si, y enseguida, al
ingreso en la Alianza. OTAN, DE CABEZA,
SI.
Pero
con el paso de los años, y en la medida que el PSOE se va configurando como una
alternativa gubernamental, los dirigentes del partido van puliendo las aristas más
cortantes de su política. Hay que alejarse rápidamente del OTAN, de entrada, no
y olvidar que votaron en contra del ingreso en la Alianza, enfrentados con el
Gobierno de Calvo Sotelo, quien consiguió sacar adelante su propuesta en las
Cortes. La radicalidad inicial del discurso de Felipe González resulta
delirante si se observa el desarrollo posterior de su política internacional.
Comienzan a aparecer frecuentemente a su lado mentores como Bettino Craxi,
Carlos Andrés Pérez, e incluso el portugués Mario Soares. Los dos políticos
europeos son atlantistas practicantes y el venezolano mantiene muy estrechos vínculos
con Estados Unidos. La ruptura con el marxismo de 1979 es un guiño a Washington
y Bruselas para que le permitan, de momento, mantener el rechazo a la OTAN como
algo necesario para ganar las
elecciones. Cuando González llega al Gobierno, sus propósitos reales se conocen
enseguida. Pero solo un mes antes de las elecciones generales de octubre de
1982, González todavía declara: Yo creo que nosotros tendríamos que plantearnos
seriamente el tema de la OTAN, sobre todo porque para España no hay ningún interés
defensivo real e inmediato en la integración en el Pacto Atlántico, y lo veo
desde el punto estrictamente nacional. Uno puede comprender que Alemania está en
la OTAN y le cuesta creer que un país que González mantuvo relaciones «muy
especiales» con Reagan no tiene problemas de defensa en la misma dirección que
Alemania está en la OTAN y esta, además,
integrado sin ninguna contrapartida, como han hecho los protagonistas españoles.
Durante la dictadura franquista, el Gobierno de Estados Unidos presiona para
que España se incorpore a la OTAN, pero tropieza con la oposición de los socios
europeos, como consecuencia de la naturaleza autocrática del régimen. Y también
cuando Calvo Sotelo hace aprobar la entrada de España en la OTAN, varios
gobiernos socialistas europeos ofrecen a Felipe González, con especial interés,
el veto a la adhesión, lo que habrá producido el rechazo de España, al ser
precisa la unanimidad de los socios. El secretario general del PSOE declina
estos ofrecimientos, que habrán trascendido, lógicamente, de forma que se le
considerara el inspirador de esa maniobra. Se niega, pues, consciente de que
ello le ocasionara el rechazo de la mayoría del Ejercito. Y del rey. Cuando González
nombra ministro de Asuntos Exteriores a Moran, y a Narcis Serra para la
cartera de Defensa, tiene ya comprometido con la Corona la permanencia en la
estructura de la OTAN, señala Pablo Castellano. La actitud de González en relación
con la Alianza se hace explicita durante su primer viaje a Alemania, el 3 de
mayo de 1983. El presidente de Gobierno socialista, sin contar con su ministro
de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, que no está informado del viraje
derechista que se ha dado, y rompiendo incluso con sus benefactores socialdemócratas
alemanes, presentes en el acto, afirma públicamente en Bonn su consideración y
solidaridad con la estrategia de Reagan, Margaret Thatcher y la derecha cristianodemócrata
alemana de instalar en el teatro bélico europeo 572 misiles Pershing y Cruise.
Por
fin, en 1986, González convoca y celebra un referéndum sobre la permanencia de
España en la OTAN, después de innumerables manifestaciones populares contra la
Alianza. Pero no apoya la salida de esa estructura militar: reclama el voto a
favor de la permanencia en ella. Ha mentido en la campaña electoral que le
lleva al Gobierno, incumple el programa del PSOE, trampea las resoluciones del
congreso de su partido y engaña a los ciudadanos. Cuando Felipe González se
lanza a la aventura del referéndum de la OTAN, y ante los sondeos que arrojaban
un resultado favorable al No, el consejero político de la embajada estadounidense
en Madrid me llama para hablar de lo que ocurriría en el PSOE si González perdía la consulta, relata Francisco Bustelo.
Me pregunta que, en el caso de que pasaran a dirigir otras personas el PSOE y,
por lo tanto, a ocupar, aunque fuera provisionalmente el Gobierno, cuál sería
la política exterior, en particular respecto a Estados Unidos.
González
y los suyos movilizan a los medios de comunicación, a intelectuales orgánicos y
a adjuntos al poder de las más variadas especies para apoyar la permanencia en
la OTAN. Con la idea de conseguir una atractiva imagen pública de la campaña,
intenta atraer a su terreno también a personajes del mundo de la cultura y el espectáculo.
Fernando Fernán Gómez relataba en cierta ocasión su visita a La Bodeguilla de
La Moncloa, invitado por González, junto con otros profesionales del cine y la
cultura, durante las fechas previas a la celebración de la consulta. En un
determinado momento de la reunión, González les dijo: He cambiado de opinión
porque, cuando llegue a la Moncloa, Suarez me enseña la caja de los truenos y había muchos misiles
soviéticos apuntando a España. Manuel Gutiérrez Aragón le llama cínico. Los
servicios de inteligencia norteamericanos siguen muy de cerca toda la campaña a
favor del Sí y despliegan, en apoyo del Gobierno socialista, su compleja red de
influencias. El propio Julio Feo, en ese momento secretario del presidente González,
ilustra muy gráficamente la preocupación de la CIA, en 1986, con motivo de la
consulta en las urnas: Felipe González reunía en La Bodeguilla de La Moncloa a
algunos intelectuales y artistas para ganárselos a la causa del Si a la OTAN.
El
referéndum fue un modelo antológico de pucherazo, pero a muy pocos
les interesaba cuestionar el resultado, conscientes
de que la victoria del No habría repercutido no solo en la adhesión europea,
sino hasta en nuestro propio devenir político, escribe Pablo Castellano,
veterano militante socialista que hizo campaña contra la OTAN. González echaba
un pulso a la ciudadanía tras haber ganado todos los pulsos a su partido y salía
otra vez vencedor y exultante de las urnas. Sin embargo, a partir de ese
momento seria rehén de las políticas mas derechistas que le exigían los que, ayudándole
descaradamente a ganar el referéndum, le permitían gobernar en el estricto
marco de actuación pactado para la ordenada alternancia de los partidos del
sistema, no para abrir la puerta a imprevisibles sorpresas de un autentico e
incondicionado sistema de partidos. El Pentágono toma nota de quienes eran de verdad sus amigos. A
buenas horas se le iba a escapar a la privilegiada mente conocedora de todos
los entresijos del 23-F, del GAL y de Filesa un referéndum.
Pablo
Castellano continúa: El Estado español, de la mano de un Gobierno socialista,
revalida y reforzar su condición de socio del Imperio. El esfuerzo del PSOE en
este terreno ha sido tan valorado que uno de los más destacados paladines en la
defensa del OTAN, de entrada no, Javier Solana, en premio a su ejemplar rectificación,
ha acabado siendo secretario general de la Alianza y, más tarde, encargado de
las cuestiones de defensa europea. Siempre, en todo caso, embajador de los
intereses castrenses estadounidenses... Más que caerse del caballo camino de
Damasco, se subió tranquilamente al carro de combate o a la supe fortaleza
volante, medios más seguros y rápidos en la carrera.
Después
de ser uno de los dirigentes del PSOE que participa en mayor número de actos públicos
en contra de la integración de España en la OTAN, Javier Solana se convierte,
en 1995, en secretario general de la Alianza. Un buen ejemplo individual que
sintetiza la trayectoria de su partido. Permanece en el cargo cuatro años y
durante su mandato se producen los bombardeos norteamericanos sobre Yugoslavia,
en marzo de 1999. A finales de ese año cesa en su cargo de máximo dirigente de
la OTAN y toma posesión de un puesto recién creado: alto responsable de la Política
Exterior y de Seguridad.
NOTAS
1.
Rodolfo Llopis (1895-1983). Político y pedagogo socialista español. Durante la
II Republica ocupa diversos cargos, primero en la Enseñanza y más tarde como
secretario de Presidencia de Francisco Largo Caballero. En el exilio ocupa la dirección del PSOE. No reconocía la
autoridad del Congreso de Suresnes (1974), en el que Felipe González fue
elegido secretario general, y reivindica las siglas del PSOE hasta la Transición,
cuando se vio obligado a legalizar su partido con la denominación de PSOE (Histórico)
Francisco Bustelo, La izquierda imperfecta, Planeta,
Barcelona,.
Justo
de la Cueva: El PSOE va donde diga Willy Brandt, Tricolor, mayo de 1979.
Julio
Feo, Aquellos años, Ediciones B, Barcelona, 1993.
Javier Solana Madariaga nace en Madrid el 14
de julio de 1942. Estudia bachillerato en el colegio de El Pilar y se licencia
en químicas en 1964. Después estudia en Estados Unidos con becas Fulbrigth.
Entre 1982 y 1985, con Felipe González como presidente del Gobierno es,
sucesivamente, ministro de Cultura, portavoz del Gobierno, ministro de Educación
y Ciencia y, por fin, titular de la cartera de Asuntos Exteriores. Su hermano
Luis Solana también es un hombre de los norteamericanos. Esta muy vinculado a
las grandes empresas estadounidenses desde sus comienzos profesionales en el
Banco de Urquijo. Como su amigo Jaime Carvajal y Urquijo, Luis Solana se convierte en miembro de la Comisión
Trilateral. Con los sucesivos Gobiernos de González es primero presidente de Telefónica,
empresa vinculada históricamente al grupo ITT, y después director general de
RTVE. Muy aficionado a los asuntos militares, también ha sido presidente de la Comisión
de Defensa del Congreso de los Diputados
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