lunes, 7 de enero de 2013

II-PARTE. PORQUE IU DEFIENDE LA DICTADURA CUBANA.


¿Por qué lo hizo? Fundamentalmente, porque desde sus años universitarios había desarrollado simpatías por las ideas comunistas y un odio sin límites contra Estados Unidos. Esa tendencia se había reforzado a partir de su contacto en México, en 1956, con el argentino Ernesto Guevara, conocido como el Che, también de convicciones comunistas, doctrinariamente mejor formado que Fidel en el marxismo; los dos, además, recibían el aliento de Raúl, el hermano menor de Fidel, afiliado a las juventudes comunistas cubanas desde 1953, aunque sin demasiado interés en las cuestiones teóricas del marxismo.

No es verdad, pues, que Fidel Castro se arrojó en brazos del comunismo por la hostilidad norteamericana. Él mismo se ha encargado cien veces de desmentir esa hipótesis aclarando que es un revolucionario con convicciones. Él tenía la capacidad de leer a Marx y a Lenin, y podía suscribir sus ideas, como cualquier otra persona educada de la izquierda, de manera que pensar que había sido empujado hacia el comunismo no dejaba de ser una expresión despreciable de racismo.

En realidad, el embajador norteamericano en La Habana Philip Bonsal, nombrado tras el triunfo de los barbudos, llevaba instrucciones de forjar las mejores relaciones posibles. Es verdad que los gobiernos de Eisenhower y Kennedy decretaron serias restricciones al comercio entre los dos países, conocidas como "el embargo", pero esas medidas fueron el resultado de las confiscaciones sin compensación de las propiedades norteamericanas y del acercamiento de La Habana a Moscú, y no la causa del comportamiento socialista de Fidel Castro.

Éste, además, tenía otros argumentos  para abrazar el comunismo, sentía un profundo desprecio por el multipartidismo. Para él, la confrontación política era politiquería, y los políticos de la república unos tipos corruptos a los que debía erradicarse. Por otra parte, el comunismo le daba la coartada perfecta para establecer una dictadura personal interminable basada en la hegemonía de un partido único controlado férreamente por él desde la cúspide, y le entregaba, además, una metodología de gobierno y una forma muy eficaz de organizar la policía política y los órganos represivos, como se había demostrado en la URSS y en el este de Europa.

¿Cómo Fidel Castro y un puñado de seguidores fanáticos pudieron llevar a los cubanos a una dictadura marxista-leninista y colocar el país en la órbita soviética, si los comunistas apenas tenían simpatías en la sociedad y jamás alcanzaron el cinco por ciento de apoyo electoral? Eso pudo ocurrir porque los cubanos, en general, aunque distaban mucho de tener simpatías por los comunistas, tampoco sentían mucho respeto por las instituciones republicanas, tal vez porque la clase política tradicional, a su vez, había dado muestras de muy poco respeto por el imperio de la ley. Ese Mesías era Fidel Castro, y sus apóstoles eran los barbudos que le obedecían, de manera que una buena parte de la sociedad se entregó en sus manos sin medir las consecuencias de ese acto de fe ciega en el caudillo venerado.

Naturalmente, en los primeros años hubo una gran resistencia popular a la entronización del comunismo, con alzamientos campesinos generalmente protagonizados por guerrilleros que habían luchado contra Batista y una invasión de exiliados, en abril de 1961, auspiciada por el gobierno norteamericano (unos 1.500 hombres desembarcaron por Bahía de Cochinos en el sur de Cuba, y fueron derrotados en 48 horas), pero Fidel Castro, a base de mano dura, leyes draconianas, numerosos fusilamientos, una gran determinación y mucho armamento soviético, logró sortear todos esos obstáculos iniciales, se apoderó del aparato productivo, encarceló o puso en fuga a la mayor parte de sus adversarios, consiguió liquidar a la oposición y consolidó la dictadura. A mediados de la década de los setenta, casi veinte años después del triunfo revolucionario, todavía había en la cárcel unos cuarenta mil presos políticos, se habían llevado a cabo unos siete mil fusilamientos y más de un millón de personas se habían exiliado.

Por supuesto, nada de esto hubiera sido posible sin la ayuda soviética. Moscú vio en la revolución cubana una oportunidad de conseguir un aliado a pocos kilómetros de Estados Unidos, lo que le daba una gran fuerza dentro de los esquemas de la Guerra Fría, así que, además de armar y adiestrar a las Fuerzas Armadas cubanas, a partir de mediados de 1961 comenzó a desplegar en la Isla unos cuarenta mil soldados y oficiales soviéticos, mientras colocaba sigilosamente misiles atómicos capaces de destruir en pocos minutos las principales ciudades norteamericanas.

Descubiertos estos cohetes en octubre de 1962 por la inteligencia norteamericana, el gobierno de John F. Kennedy decretó el bloqueo marítimo de Cuba y exigió a Moscú la retirada de ese armamento, cosa a la que se avino Nikita Kruschev, entonces primer ministro de la URSS. Sin embargo, como parte de la negociación que puso fin a esta peligrosa crisis, la Casa Blanca aceptó no invadir a Cuba directamente, ni permitir que otra nación latinoamericana lo hiciera, al tiempo que retiraba de Turquía unas cuantas docenas de cohetes con cabeza nuclear.

Si la fallida invasión de Bahía de Cochinos de abril de 1961 había provocado el fin de la resistencia armada cubana contra el comunismo, el acuerdo Kennedy-Kruschev de octubre de 1962 tuvo el efecto de garantizar que Estados Unidos no intentaría liquidar violentamente al gobierno de Castro, compromiso que resultó reforzado un año más tarde, tras el asesinato en Dallas de John F. Kennedy. El gobierno cubano desde entonces tuvo vía libre para crear una sociedad comunista prácticamente sin oposición.

La creación de una sociedad comunista

¿Cómo se hizo? En octubre de 1960 se produjo la confiscación y estatización de todas las empresas medianas y grandes del país. A partir de ese momento comenzó a marcha forzada la construcción de un Estado comunista en el que el gobierno controlaba la mayor parte del aparato productivo.

Casi toda la propiedad agraria fue a parar a manos del gobierno, entonces dispuesto a convertir Cuba en un emporio azucarero aún mayor de lo que entonces era. Para lograr ese objetivo creó unas comunas agrícolas que muy pronto comenzaron a mostrar sus deficiencias, con la excepción de pequeñas parcelas de tierra capaces de sustentar a algunas familias laboriosas.

En el orden comercial e industrial sucedió lo mismo. En 1959, en Cuba se fabricaban unos diez mil productos y existía un denso tejido comercial en manos privadas. El Estado confiscó todas esas empresas y decretó la industrialización forzosa del país. Cuba saltaría sobre las previsiones de Marx y construiría el comunismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado. ¿Cómo? Lo haría bajo la dirección de Fidel Castro y el Che Guevara.

Obviamente, todo ese voluntarismo resultó desastroso. Los líderes revolucionarios no tenían experiencia empresarial. La producción agrícola e industrial cayó en picado. Casi inmediatamente se produjo un severo desabastecimiento que obligó al gobierno a repartir libretas de racionamiento (que todavía se mantienen), mientras se desataba un grave proceso inflacionario que estremecía al país. Sin embargo, la respuesta de Fidel Castro fue incrementar la presencia del Estado en la producción, decretando en 1968 lo que llamó la "ofensiva revolucionaria", otro espasmo confiscatorio que acabó con cualquier vestigio de actividad privada.

La consecuencia de aquellos planes improvisados, de Fidel Castro, fue la quiebra financiera del país, una reducción sustancial de la capacidad de consumo de los cubanos y el fracaso de lo que se llamó el "idealismo revolucionario", inaugurándose a partir de 1970 una total sovietización del modelo administrativo cubano, mediante el calco de cuanto se hacía en Moscú.  Fidel mantuvo totalmente las riendas del poder.

Paradójicamente, el desastre económico provocado por la revolución no impidió que una de las principales funciones del gobierno fuera tratar de crear en todas partes regímenes similares. En América Latina prácticamente todos los países, con la excepción de México, ya fueran dictaduras o democracias, sufrieron las intervenciones militares cubanas, directa o indirectamente, y la Isla se convirtió en el santuario de guerrilleros y subversivos de todas partes del mundo, incluidos los terroristas vascos de ETA, los tupamaros uruguayos, los montoneros argentinos, los macheteros puertorriqueños, los miricos chilenos; el FMLN de El Salvador, los sandinistas nicaragüenses o los narcoterroristas de las FARC colombianas. Dentro de esa atmósfera de aventurerismo y violencia fue que, en 1967, el Che Guevara perdió la vida en Bolivia, tras haber intentado crear guerrillas en el Congo pocos años antes.

Fue precisamente en África, y con armamento y apoyo logístico soviéticos, donde con mayor intensidad se hizo notar la voluntad de Fidel Castro de convertirse en uno de los líderes mundiales a cualquier costo. Primero en Angola y luego en Somalia, las Fuerzas Armadas cubanas, durante quince años, entre 1975 y 1990, participaron en guerras africanas y desplegaron varias decenas de miles de hombres en la más larga intervención militar protagonizada en el exterior por un país del Nuevo Mundo, incluido Estados Unidos.

Mientras todo esto sucedía, la dictadura cubana, con el auxilio de los subsidios soviéticos, llevaba a cabo un gran esfuerzo en tres campos de acción en los que alcanzó cierto nivel: la educación, la salud y las prácticas deportivas.

Paralelamente, el Estado comunista, a la manera soviética, creaba las instituciones adecuadas para mantener el control de la sociedad: en cada calle y en cada barrio se instalaban Comités de Defensa de la Revolución, que eran organismos dedicados a la vigilancia de todos los vecinos, acompañados por milicias populares y una fortísima presencia de la Seguridad del Estado, la temida policía política. En el terreno laboral, el control de la ciudadanía lo ejercían el aparato sindical y el Partido Comunista, mientras que otras organizaciones de masas, como la Federación de Mujeres y la Federación Estudiantil Universitaria, se utilizaban para mantener el orden y la obediencia entre sus millones de afiliados. Más que instituciones para servir a la sociedad, se trataba de verdaderos establos en los que se recluía a las personas para asegurar su obediencia a las directrices del gobierno. Toda manifestación de inconformidad era severamente reprimida.

Las consecuencias del comunismo

Naturalmente, las peores consecuencias de la entronización del comunismo en Cuba se dieron con la pérdida violenta de vidas humanas. El Dr. Armando Lago y la investigadora María Werlau, atribuyen al gobierno la muerte directa de 10.305 personas, la mayor parte fusilada o asesinada en los presidios, mientras calculan los balseros ahogados en 77.789. Si a estas cifras se le agrega el altísimo número de presos políticos -decenas de millares a lo largo de medio siglo, de los que todavía hoy existen unos 250, se podrá suponer el inmenso quebranto que ha padecido el país a lo largo de este periodo.

En el terreno económico, las consecuencias del establecimiento del comunismo desataron una terrible catástrofe. Paulatinamente, Cuba dejó de ser una de las naciones más prósperas de América Latina para convertirse en una de las más pobres e improductivas, pese a haber contado durante treinta años con el masivo subsidio de los soviéticos, calculado en algo más de cien mil millones de dólares. Ello ha provocado una disminución notable de la calidad de vida de los cubanos y un visible deterioro de sus condiciones de vida en los cinco renglones básicos de cualquier sociedad moderna: alimentación, vivienda, agua potable, comunicaciones y transporte.

Esto se explica por la destrucción y dispersión de la clase empresarial, el aniquilamiento del capital acumulado a lo largo de siglos de economía capitalista, la súbita interrupción de los lazos comerciales con Occidente, y sobre todo por la incapacidad total de la planificación y del Estado empresario para satisfacer las necesidades más elementales de las personas. El comunismo  ha demostrado ser, una vez más, destrucción que la débil economía colectivista es incapaz de contrarrestar.

En el ámbito social, la dictadura comunista (cuya homofobia explica el encarcelamiento de miles de homosexuales),  provocó una dolorosa ruptura familiar, con el agravante de que los cubanos escapados de la Isla durante muchos años ni siquiera podían mantener relaciones por carta o por teléfono con sus parientes, porque a éstos se les exigía romper sus vínculos con los "traidores" que habían abandonado a Cuba. Hoy hay cerca de tres millones de cubanos y descendientes de cubanos radicados fuera del país, pese a las enormes dificultades que la población debe enfrentar tanto para salir como para ingresar en la Isla, operaciones para las que siempre se requiere un permiso especial del Estado.

La educación universitaria ha generado un número importante de graduados, sin embargo, ese  nivel educativo aumenta la frustración de las gentes, en la medida en que éstas comprueban que la educación y el esfuerzo individual no traen aparejado un mejor nivel de vida, dado que el salario promedio de los graduados en las universidades no excede los veinticinco dólares mensuales.

Pese a la penuria general en que viven los cubanos, sometidos al racionamiento y a las mayores carencias, el país posee un extendido sistema de salud, atendido, en general, por médicos competentes. Lamentablemente, junto a esta estructura médica hay una casi total carencia de medicinas, equipos y material, al extremo de que los pacientes muchas veces tienen que llevar sus propias sábanas y en los salones de cirugía faltan el hilo de sutura y los jabones, mientras suele escasear hasta la anestesia.

Las manifestaciones culturales, siempre muy reguladas por el Estado y regidas por el principio, dictado por Castro en 1961, de "Fuera de la revolución, nada".

Cómo se sostiene el sistema

 ¿Por qué el régimen de los Castro ha sido uno de los pocos que ha sobrevivido a la debacle que acabó con la URSS y sus satélites, pese a que este episodio significó, además, el fin, en 1991, del cuantioso subsidio soviético a Cuba, entonces calculado en cinco mil millones de dólares anuales, y la caída súbita de la capacidad de consumo de los cubanos en un cuarenta por ciento?

 El régimen ha resistido porque Fidel y Raúl Castro no han permitido la menor fisura, nada que pudiera poner en peligro el control que ejercen sobre absolutamente todas las instituciones y órganos del poder, como sucede en Corea del Norte. En Cuba no hay espacio para la discrepancia organizada en ninguna zona del poder. Ningún funcionario puede expresar un criterio discrepante sin ser inmediatamente apartado de su cargo y, en el mejor de los casos, condenado al ostracismo. El Partido, el aparato administrativo, los militares y la policía, la prensa, los jueces y fiscales: absolutamente todos los órganos de gobierno están en las manos de los Castro, y no existe el menor vestigio de instituciones independientes.

Es cierto que existen unos cuantos centenares de opositores demócratas dispuestos a expresar su inconformidad con la dictadura, pero el gobierno, aunque no los aplasta, les impide manifestarse dentro de las instituciones o participar legalmente en la vida pública del país, limitando la actuación de estas personas o grupos a pequeñas reuniones privadas y a comunicaciones periódicas con los corresponsales extranjeros radicados en Cuba, o con los viajeros que se asoman al país, para dar la sensación de que en la Isla existe una oposición artificialmente mantenida desde el exterior, rechazada por el conjunto de la sociedad.

Cuando los disidentes se extralimitan, el gobierno utiliza contra ellos diversas formas de represión. En primer término, pueden perder sus trabajos, les cortan las líneas telefónicas, les confiscan los libros, las computadoras o máquinas de escribir. Si no escarmientan, el gobierno lanza las turbas contra sus casas en los llamados actos de repudio, como el que padeció la excelente escritora María Elena Cruz Varela, a quien la turba arrastró hasta el centro de la calle y allí fue obligada a comerse, literalmente, unos poemas que había escrito, acusada de escándalo. El próximo paso es la cárcel, como sucedió en 2003, cuando 75 activistas de derechos humanos, periodistas y bibliotecarios independientes fueron enviados a prisión y sentenciados a penas de hasta hace 25 años de cárcel.

Naturalmente, este ambiente de terror paraliza a la mayor parte de la sociedad e impide que las fuerzas que desean el cambio, aunque constituyan la inmensa mayoría, consigan hacerse oír y logren redefinir el destino colectivo de los cubanos en dirección del pluripartidismo, la democracia representativa y un sistema económico que reconozca los derechos de propiedad a los individuos.

El postcomunismo

En todo caso, lo probable es que, con la desaparición de los hermanos Castro (Fidel tiene 82 años y está muy enfermo, Raúl cumplió 77 y también circulan rumores sobre la salud de su castigado hígado), el comunismo cubano llegará a su fin. ¿Por qué? Por cuatro razones básicas:

·         Porque en Cuba  las instituciones del sistema –el Partido y el Parlamento, fundamentalmente– son cascarones vacíos, carentes de cualquier elemento de legitimidad que les permita transmitir la autoridad de una forma aceptable para el conjunto de la sociedad y para la propia estructura de poder.

·         Porque esa estructura de poder ya no cree en el sistema, como confirman una y otra vez los desertores de alto rango o los familiares de los dirigentes que logran salir del país. Medio siglo de fracasos es un periodo demasiado largo para que cualquier persona medianamente inteligente pueda mantener la fe en ese minucioso desastre.

·         Porque un país no puede excluirse permanentemente de la influencia de su entorno. Tras la desaparición de la URSS y la conversión de China a un capitalismo salvaje de partido único, el comunismo dejó de ser una opción viable en el mundo contemporáneo. Cuba no puede ser permanentemente la excepción marxista-leninista en una época en la que ese modelo se extinguió por su propia crueldad e incapacidad.

·         Porque los cubanos saben que hay salida a la crisis. No ignoran que en el momento en que comience la transición el país va a recibir una ayuda caudalosa de Estados Unidos y del resto del primer mundo, lo que permitirá que la sociedad vea a muy corto plazo las consecuencias positivas del cambio.

 

Obviamente, la recuperación en Cuba no será sencilla, como no lo ha sido en ninguno de los países europeos que abandonaron el comunismo, pero la infusión de capital económico y el notable capital humano con que cuenta la Isla, aunados tras un cambio de sistema, auguran un futuro muy prometedor para los cubanos si consiguen un grado razonable de sosiego político. Cuando se llegue a ese punto, va a parecer casi inexplicable que durante cincuenta años tres generaciones de cubanos vieran sus vidas consumirse al calor de  la dictadura de la revolución cubana.

Os dejo algunos videos de la realidad cubana. Que nos sirva de reflexión para la doble moral de cierta casta ``progresista´´ o comunista…

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