¿Por qué lo hizo? Fundamentalmente,
porque desde sus años universitarios había desarrollado simpatías por las ideas
comunistas y un odio sin límites contra Estados Unidos. Esa tendencia se había
reforzado a partir de su contacto en México, en 1956, con el argentino Ernesto
Guevara, conocido como el Che, también de convicciones
comunistas, doctrinariamente mejor formado que Fidel en el marxismo; los dos,
además, recibían el aliento de Raúl, el hermano menor de Fidel, afiliado a las
juventudes comunistas cubanas desde 1953, aunque sin demasiado interés en las
cuestiones teóricas del marxismo.
No es verdad, pues, que Fidel Castro se
arrojó en brazos del comunismo por la hostilidad norteamericana. Él mismo se ha
encargado cien veces de desmentir esa hipótesis aclarando que es un
revolucionario con convicciones. Él tenía la capacidad de leer a Marx y a
Lenin, y podía suscribir sus ideas, como cualquier otra persona educada de la
izquierda, de manera que pensar que había sido empujado hacia
el comunismo no dejaba de ser una expresión despreciable de racismo.
En realidad, el embajador norteamericano
en La Habana Philip Bonsal, nombrado tras el triunfo de los barbudos, llevaba
instrucciones de forjar las mejores relaciones posibles. Es verdad que los
gobiernos de Eisenhower y Kennedy decretaron serias restricciones al comercio
entre los dos países, conocidas como "el embargo", pero esas medidas
fueron el resultado de las confiscaciones sin compensación de las propiedades
norteamericanas y del acercamiento de La Habana a Moscú, y no la causa del
comportamiento socialista de Fidel Castro.
Éste, además, tenía otros argumentos para abrazar el comunismo, sentía un profundo
desprecio por el multipartidismo. Para él, la confrontación política era politiquería,
y los políticos de la república unos tipos corruptos a los que debía
erradicarse. Por otra parte, el comunismo le daba la coartada perfecta para
establecer una dictadura personal interminable basada en la hegemonía de un
partido único controlado férreamente por él desde la cúspide, y le entregaba,
además, una metodología de gobierno y una forma muy eficaz de organizar la
policía política y los órganos represivos, como se había demostrado en la URSS
y en el este de Europa.
¿Cómo Fidel Castro y un puñado de
seguidores fanáticos pudieron llevar a los cubanos a una dictadura
marxista-leninista y colocar el país en la órbita soviética, si los comunistas
apenas tenían simpatías en la sociedad y jamás alcanzaron el cinco por ciento
de apoyo electoral? Eso pudo ocurrir porque los cubanos, en general, aunque
distaban mucho de tener simpatías por los comunistas, tampoco sentían mucho
respeto por las instituciones republicanas, tal vez porque la clase política
tradicional, a su vez, había dado muestras de muy poco respeto por el imperio
de la ley. Ese Mesías era Fidel Castro, y sus apóstoles eran los barbudos que
le obedecían, de manera que una buena parte de la sociedad se entregó en sus
manos sin medir las consecuencias de ese acto de fe ciega en el caudillo
venerado.
Naturalmente, en los primeros años hubo
una gran resistencia popular a la entronización del comunismo, con alzamientos
campesinos generalmente protagonizados por guerrilleros que habían luchado
contra Batista y una invasión de exiliados, en abril de 1961, auspiciada por el
gobierno norteamericano (unos 1.500 hombres desembarcaron por Bahía de Cochinos
en el sur de Cuba, y fueron derrotados en 48 horas), pero Fidel Castro, a base
de mano dura, leyes draconianas, numerosos fusilamientos, una gran
determinación y mucho armamento soviético, logró sortear todos esos obstáculos
iniciales, se apoderó del aparato productivo, encarceló o puso en fuga a la
mayor parte de sus adversarios, consiguió liquidar a la oposición y consolidó
la dictadura. A mediados de la década de los setenta, casi veinte años después
del triunfo revolucionario, todavía había en la cárcel unos cuarenta mil presos
políticos, se habían llevado a cabo unos siete mil fusilamientos y más de un
millón de personas se habían exiliado.
Por supuesto, nada de esto hubiera sido
posible sin la ayuda soviética. Moscú vio en la revolución cubana una
oportunidad de conseguir un aliado a pocos kilómetros de Estados Unidos, lo que
le daba una gran fuerza dentro de los esquemas de la Guerra Fría, así que,
además de armar y adiestrar a las Fuerzas Armadas cubanas, a partir de mediados
de 1961 comenzó a desplegar en la Isla unos cuarenta mil soldados y oficiales
soviéticos, mientras colocaba sigilosamente misiles atómicos capaces de
destruir en pocos minutos las principales ciudades norteamericanas.
Descubiertos estos cohetes en octubre de
1962 por la inteligencia norteamericana, el gobierno de John F. Kennedy decretó
el bloqueo marítimo de Cuba y exigió a Moscú la retirada de ese armamento, cosa
a la que se avino Nikita Kruschev, entonces primer ministro de la URSS. Sin
embargo, como parte de la negociación que puso fin a esta peligrosa crisis, la
Casa Blanca aceptó no invadir a Cuba directamente, ni permitir que otra nación
latinoamericana lo hiciera, al tiempo que retiraba de Turquía unas cuantas
docenas de cohetes con cabeza nuclear.
Si la fallida invasión de Bahía de
Cochinos de abril de 1961 había provocado el fin de la resistencia armada
cubana contra el comunismo, el acuerdo Kennedy-Kruschev de octubre de 1962 tuvo
el efecto de garantizar que Estados Unidos no intentaría liquidar violentamente
al gobierno de Castro, compromiso que resultó reforzado un año más tarde, tras
el asesinato en Dallas de John F. Kennedy. El gobierno cubano desde entonces
tuvo vía libre para crear una sociedad comunista prácticamente sin oposición.
La creación de una sociedad comunista
¿Cómo se hizo? En octubre de 1960 se
produjo la confiscación y estatización de todas las empresas medianas y grandes
del país. A partir de ese momento comenzó a marcha forzada la construcción de
un Estado comunista en el que el gobierno controlaba la mayor parte del aparato
productivo.
Casi toda la propiedad agraria fue a
parar a manos del gobierno, entonces dispuesto a convertir Cuba en un emporio
azucarero aún mayor de lo que entonces era. Para lograr ese objetivo creó unas
comunas agrícolas que muy pronto comenzaron a mostrar sus deficiencias, con la
excepción de pequeñas parcelas de tierra capaces de sustentar a algunas
familias laboriosas.
En el orden comercial e industrial
sucedió lo mismo. En 1959, en Cuba se fabricaban unos diez mil productos y
existía un denso tejido comercial en manos privadas. El Estado confiscó todas
esas empresas y decretó la industrialización forzosa del país. Cuba saltaría
sobre las previsiones de Marx y construiría el comunismo sin pasar por la etapa
del capitalismo desarrollado. ¿Cómo? Lo haría bajo la dirección de Fidel Castro
y el Che Guevara.
Obviamente, todo ese voluntarismo
resultó desastroso. Los líderes revolucionarios no tenían experiencia
empresarial. La producción agrícola e industrial cayó en picado. Casi
inmediatamente se produjo un severo desabastecimiento que obligó al gobierno a
repartir libretas de racionamiento (que todavía se mantienen), mientras se
desataba un grave proceso inflacionario que estremecía al país. Sin embargo, la
respuesta de Fidel Castro fue incrementar la presencia del Estado en la
producción, decretando en 1968 lo que llamó la "ofensiva revolucionaria",
otro espasmo confiscatorio que acabó con cualquier vestigio de actividad
privada.
La consecuencia de aquellos planes
improvisados, de Fidel Castro, fue la quiebra financiera del país, una
reducción sustancial de la capacidad de consumo de los cubanos y el fracaso de
lo que se llamó el "idealismo revolucionario", inaugurándose a partir
de 1970 una total sovietización del modelo administrativo cubano, mediante el
calco de cuanto se hacía en Moscú. Fidel
mantuvo totalmente las riendas del poder.
Paradójicamente, el desastre económico
provocado por la revolución no impidió que una de las principales funciones del
gobierno fuera tratar de crear en todas partes regímenes similares. En América
Latina prácticamente todos los países, con la excepción de México, ya fueran
dictaduras o democracias, sufrieron las intervenciones militares cubanas,
directa o indirectamente, y la Isla se convirtió en el santuario de
guerrilleros y subversivos de todas partes del mundo, incluidos los terroristas
vascos de ETA, los tupamaros uruguayos, los montoneros argentinos, los
macheteros puertorriqueños, los miricos chilenos; el FMLN de El Salvador, los
sandinistas nicaragüenses o los narcoterroristas de las FARC colombianas.
Dentro de esa atmósfera de aventurerismo y violencia fue que, en 1967, el Che
Guevara perdió la vida en Bolivia, tras haber intentado crear guerrillas en el
Congo pocos años antes.
Fue precisamente en África, y con
armamento y apoyo logístico soviéticos, donde con mayor intensidad se hizo
notar la voluntad de Fidel Castro de convertirse en uno de los líderes
mundiales a cualquier costo. Primero en Angola y luego en Somalia, las Fuerzas
Armadas cubanas, durante quince años, entre 1975 y 1990, participaron en
guerras africanas y desplegaron varias decenas de miles de hombres en la más
larga intervención militar protagonizada en el exterior por un país del Nuevo
Mundo, incluido Estados Unidos.
Mientras todo esto sucedía, la dictadura
cubana, con el auxilio de los subsidios soviéticos, llevaba a cabo un gran
esfuerzo en tres campos de acción en los que alcanzó cierto nivel: la
educación, la salud y las prácticas deportivas.
Paralelamente, el Estado comunista, a la
manera soviética, creaba las instituciones adecuadas para mantener el control
de la sociedad: en cada calle y en cada barrio se instalaban Comités de Defensa
de la Revolución, que eran organismos dedicados a la vigilancia de todos los
vecinos, acompañados por milicias populares y una fortísima presencia de la
Seguridad del Estado, la temida policía política. En el terreno laboral, el
control de la ciudadanía lo ejercían el aparato sindical y el Partido
Comunista, mientras que otras organizaciones de masas, como la Federación de
Mujeres y la Federación Estudiantil Universitaria, se utilizaban para mantener
el orden y la obediencia entre sus millones de afiliados. Más que instituciones
para servir a la sociedad, se trataba de verdaderos establos en los que se
recluía a las personas para asegurar su obediencia a las directrices del
gobierno. Toda manifestación de inconformidad era severamente reprimida.
Las consecuencias del comunismo
Naturalmente, las peores consecuencias
de la entronización del comunismo en Cuba se dieron con la pérdida violenta de
vidas humanas. El Dr. Armando Lago y la investigadora María Werlau, atribuyen
al gobierno la muerte directa de 10.305 personas, la mayor parte fusilada o
asesinada en los presidios, mientras calculan los balseros ahogados en 77.789.
Si a estas cifras se le agrega el altísimo número de presos políticos -decenas
de millares a lo largo de medio siglo, de los que todavía hoy existen unos 250,
se podrá suponer el inmenso quebranto que ha padecido el país a lo largo de
este periodo.
En el terreno económico, las
consecuencias del establecimiento del comunismo desataron una terrible catástrofe.
Paulatinamente, Cuba dejó de ser una de las naciones más prósperas de América
Latina para convertirse en una de las más pobres e improductivas, pese a haber
contado durante treinta años con el masivo subsidio de los soviéticos,
calculado en algo más de cien mil millones de dólares. Ello ha provocado una
disminución notable de la calidad de vida de los cubanos y un visible deterioro
de sus condiciones de vida en los cinco renglones básicos de cualquier sociedad
moderna: alimentación, vivienda, agua potable, comunicaciones y transporte.
Esto se explica por la destrucción y
dispersión de la clase empresarial, el aniquilamiento del capital acumulado a
lo largo de siglos de economía capitalista, la súbita interrupción de los lazos
comerciales con Occidente, y sobre todo por la incapacidad total de la
planificación y del Estado empresario para satisfacer las necesidades más
elementales de las personas. El comunismo
ha demostrado ser, una vez más, destrucción que la débil economía
colectivista es incapaz de contrarrestar.
En el ámbito social, la dictadura
comunista (cuya homofobia explica el encarcelamiento de miles de homosexuales),
provocó una dolorosa ruptura familiar,
con el agravante de que los cubanos escapados de la Isla durante muchos años ni
siquiera podían mantener relaciones por carta o por teléfono con sus parientes,
porque a éstos se les exigía romper sus vínculos con los "traidores"
que habían abandonado a Cuba. Hoy hay cerca de tres millones de cubanos y
descendientes de cubanos radicados fuera del país, pese a las enormes
dificultades que la población debe enfrentar tanto para salir como para
ingresar en la Isla, operaciones para las que siempre se requiere un permiso
especial del Estado.
La educación universitaria ha generado
un número importante de graduados, sin embargo, ese nivel educativo aumenta la frustración de las
gentes, en la medida en que éstas comprueban que la educación y el esfuerzo
individual no traen aparejado un mejor nivel de vida, dado que el salario
promedio de los graduados en las universidades no excede los veinticinco
dólares mensuales.
Pese a la penuria general en que viven
los cubanos, sometidos al racionamiento y a las mayores carencias, el país
posee un extendido sistema de salud, atendido, en general, por médicos competentes.
Lamentablemente, junto a esta estructura médica hay una casi total carencia de
medicinas, equipos y material, al extremo de que los pacientes muchas veces
tienen que llevar sus propias sábanas y en los salones de cirugía faltan el
hilo de sutura y los jabones, mientras suele escasear hasta la anestesia.
Las manifestaciones culturales, siempre
muy reguladas por el Estado y regidas por el principio, dictado por Castro en
1961, de "Fuera de la revolución, nada".
Cómo se sostiene el sistema
¿Por qué el régimen de los Castro ha sido uno
de los pocos que ha sobrevivido a la debacle que acabó con la URSS y sus
satélites, pese a que este episodio significó, además, el fin, en 1991, del
cuantioso subsidio soviético a Cuba, entonces calculado en cinco mil millones
de dólares anuales, y la caída súbita de la capacidad de consumo de los cubanos
en un cuarenta por ciento?
El régimen ha resistido porque Fidel y Raúl
Castro no han permitido la menor fisura, nada que pudiera poner en peligro el
control que ejercen sobre absolutamente todas las instituciones y órganos del
poder, como sucede en Corea del Norte. En Cuba no hay espacio para la
discrepancia organizada en ninguna zona del poder. Ningún funcionario puede
expresar un criterio discrepante sin ser inmediatamente apartado de su cargo y,
en el mejor de los casos, condenado al ostracismo. El Partido, el aparato
administrativo, los militares y la policía, la prensa, los jueces y fiscales:
absolutamente todos los órganos de gobierno están en las manos de los Castro, y
no existe el menor vestigio de instituciones independientes.
Es cierto que existen unos cuantos
centenares de opositores demócratas dispuestos a expresar su inconformidad con
la dictadura, pero el gobierno, aunque no los aplasta, les impide manifestarse
dentro de las instituciones o participar legalmente en la vida pública del
país, limitando la actuación de estas personas o grupos a pequeñas reuniones
privadas y a comunicaciones periódicas con los corresponsales extranjeros
radicados en Cuba, o con los viajeros que se asoman al país, para dar la
sensación de que en la Isla existe una oposición artificialmente mantenida
desde el exterior, rechazada por el conjunto de la sociedad.
Cuando los disidentes se extralimitan,
el gobierno utiliza contra ellos diversas formas de represión. En primer
término, pueden perder sus trabajos, les cortan las líneas telefónicas, les
confiscan los libros, las computadoras o máquinas de escribir. Si no
escarmientan, el gobierno lanza las turbas contra sus casas en los llamados actos
de repudio, como el que padeció la excelente escritora María Elena Cruz
Varela, a quien la turba arrastró hasta el centro de la calle y allí fue
obligada a comerse, literalmente, unos poemas que había escrito, acusada de
escándalo. El próximo paso es la cárcel, como sucedió en 2003, cuando 75
activistas de derechos humanos, periodistas y bibliotecarios independientes
fueron enviados a prisión y sentenciados a penas de hasta hace 25 años de
cárcel.
Naturalmente, este ambiente de terror
paraliza a la mayor parte de la sociedad e impide que las fuerzas que desean el
cambio, aunque constituyan la inmensa mayoría, consigan hacerse oír y logren
redefinir el destino colectivo de los cubanos en dirección del pluripartidismo,
la democracia representativa y un sistema económico que reconozca los derechos
de propiedad a los individuos.
El postcomunismo
En todo caso, lo probable es que, con la
desaparición de los hermanos Castro (Fidel tiene 82 años y está muy enfermo,
Raúl cumplió 77 y también circulan rumores sobre la salud de su castigado
hígado), el comunismo cubano llegará a su fin. ¿Por qué? Por cuatro razones
básicas:
·
Porque en Cuba las instituciones del
sistema –el Partido y el Parlamento, fundamentalmente– son cascarones vacíos,
carentes de cualquier elemento de legitimidad que les permita transmitir la
autoridad de una forma aceptable para el conjunto de la sociedad y para la
propia estructura de poder.
·
Porque esa estructura de poder ya no cree en el sistema, como confirman una
y otra vez los desertores de alto rango o los familiares de los dirigentes que
logran salir del país. Medio siglo de fracasos es un periodo demasiado largo
para que cualquier persona medianamente inteligente pueda mantener la fe en ese
minucioso desastre.
·
Porque un país no puede excluirse permanentemente de la influencia de su
entorno. Tras la desaparición de la URSS y la conversión de China a un
capitalismo salvaje de partido único, el comunismo dejó de ser una opción
viable en el mundo contemporáneo. Cuba no puede ser permanentemente la
excepción marxista-leninista en una época en la que ese modelo se extinguió por
su propia crueldad e incapacidad.
·
Porque los cubanos saben que hay salida a la crisis. No ignoran que en el
momento en que comience la transición el país va a recibir una ayuda caudalosa
de Estados Unidos y del resto del primer mundo, lo que permitirá que la
sociedad vea a muy corto plazo las consecuencias positivas del cambio.
Obviamente, la recuperación en Cuba no
será sencilla, como no lo ha sido en ninguno de los países europeos que
abandonaron el comunismo, pero la infusión de capital económico y el notable
capital humano con que cuenta la Isla, aunados tras un cambio de sistema,
auguran un futuro muy prometedor para los cubanos si consiguen un grado
razonable de sosiego político. Cuando se llegue a ese punto, va a parecer casi
inexplicable que durante cincuenta años tres generaciones de cubanos vieran sus
vidas consumirse al calor de la
dictadura de la revolución cubana.
Os dejo algunos videos de la realidad
cubana. Que nos sirva de reflexión para la doble moral de cierta casta
``progresista´´ o comunista…
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