domingo, 8 de enero de 2012

ALDEBARAN19

PERSONAJES EN LA TRANSICIÓN: CARRILLO

J. Cabeza

Para entender con que mimbres se hizo, repasaremos el bagaje de los partidos y políticos que formaron parte de la transición. A menudo suelen aparecer PCE y PSOE como artífices del cambio democrático. Por ello vale la pena explicar sus trayectorias y como llegaban a dicha transición y veremos cómo hay mucha memoria falseada, hablaremos de todos los protagonistas, no sólo de estos dos partidos; pero empecemos por el PCE: hacia el final de la II Guerra Mundial, el PCE articuló el “maquis” y quiso arrastrar sin éxito a los demás partidos exiliados, se prolongó hasta el 1949. Al fracasar en su línea violenta se centró en infiltrarse en los sindicatos y los medios universitarios. A mediados de los cincuenta, Carrillo impone una política que llamó de reconciliación nacional (nuevo nombre para la estrategia tradicional marxista). Controlar una amplia alianza supuestamente democrática como paso intermedio para implantar el socialismo bajo una dictadura proletaria, es decir, del PCE.

En 1968 comienza la ETA su sangrienta carrera de terrorismo. También se desarrolló de forma semi-ilegal el movimiento de CC.OO y el estudiantil; desde el 68, la tradicional combinación comunista de lucha armada y pacífica, adoptó una forma peculiar; con la acción pacífica a cargo del PCE y la armada a cargo de la ETA. Existió una permanente solidaridad política y propagandística de los comunistas hacia los patriotas vascos. Así el PCE disponía en España de una red organizativa que también contaba con proyección internacional gracias a las dictaduras comunistas. Esto y otras cosas hacían cundir dentro y fuera de España el temor a que a la muerte de Franco, el PCE se llevara el gato al agua. Carrillo gracias a la propaganda de periodistas e intelectuales afines a sus ideales estalinistas, se le fue creando la leyenda como personaje de futuro político y de leyenda romántica olvidándose de sus propios crímenes. Ahora Carrillo se explayaba sobre democracia y su respeto por las libertades (háganse una idea de esas libertades).

Esto pasaba en la España en que una profunda convicción de transición no miraba currículum que abalara a personajes como el que tratamos y que tan fácil parece confeccionar un pasado de acorde al momento.

En fin, volvamos a las invocadas libertades de Stalin, a su lucha y experiencia de combate desde la Guerra Civil (Carrillo ni siquiera pisó el frente de la guerra), se dedicó a organizar las Checas, siendo uno de los dirigentes de la represión roja. Eso sí, había combatido a Franco en contraste como él decía, dice, con la vida anodina y sin riesgo de otros partidos, muchos de ellos de última hora, como los jefes socialistas, monárquicos y nacionalistas.

Carrillo nunca había luchado por la democracia, y su carrera dentro del PCE era más de intrigante hábil e implacable que la de un combatiente, demasiados episodios oscuros o como los calificó Jorge Semprún “de sangre y de mierda”. Pero dentro de la fundamental reconciliación de la transición, con olvido de los viejos odios, casi nadie sabía o quería saber nada de ello; hoy gente  con memoria y estómago le hacen homenajes para su particular memoria de la república y la libertad y democracia que vendían personajes como él.

Tuvo una carrera meteórica en el Psoe. En 1934 con 19 años fue nombrado secretario general de las juventudes socialistas y contribuyó a radicalizarlas al máximo. Partidario de la línea bolchevique, tan temida y denostada por Besteiros, apoyó a Largo Caballero, el Lenin español, y formó parte del comité que preparaba la guerra civil (en sus propias palabras) en aquellos meses hasta la revolución de Octubre del 34. Carrillo y su equipo convirtieron a sus juventudes en auténticos grupos guerrilleros, acumuló armas y organizó el espionaje (recibía instrucciones de Moscú para España). Desde la cárcel por la revolución del 34, se radicalizó aún más, proponiendo una bolchevización a fondo del Psoe y amenazando directamente a los moderados. Reanudada la guerra en el 36, Carrillo se pasó al PCE llevándose consigo las juventudes del Psoe y con la indignación de Largo Caballero. De Octubre a Diciembre del 36 fue consejero del orden público en Madrid,  donde se paseaba con Alberti pistola al cinto buscando fascistas, las denominadas “las brigadas del amanecer”(testimonio dejado por compañeros); de cómo con su amigo y poeta salían en cuadrillas para limpiar, decían Madrid…Está bien documentado, tanto como su responsabilidad en las matanzas de Paracuello y las Checas de Madrid. Pasaría después por varios cargos burocráticos, ninguno en el frente de combate.

Ya en el exilio, subió a responsable de organización del PCE desde América, demostrando un celo encarnizado en hundir cualquier Autonomía de los militantes que en España arriesgaban la vida, y pugnaban por reorganizar el partido. Caso clamoroso fue el de Quiñones. Carrillo y los jefes, cómodamente instalados en México, decretaron que Quiñones era un traidor, y lo expulsaron. Quiñones había menospreciado las directrices de América, las creía ajenas a la situación de España, y no le fue perdonado. Por la misma causa fue asesinado el dirigente Trilla y otros más. Hubo otros casos parecidos “por exceso de iniciativa”, según Carrillo.

Carrillo mostró buen instinto al apoyar a la Pasionaria, a su vez apoyada por Stalin, en la lucha interna del partido, lo que le permitió convertirse en verdadero jefe. Siguió Carrillo librándose de competidores mediante la expulsión, con campañas de infundios y sin escrúpulos en adoptar los puntos de vistas de los expulsados, como el caso ya en los 60 de Fernando Claudín y Jorge Semprún. En fin, una biografía ni heroica ni democrática, sin adentrarnos en lo que han dejado escrito y dicen compañeros y denostados de su partido, que sería ahondar más en los pocos escrúpulos y en lo poco democrático de sus maniobras o actos. Más bien un burócrata estalinista ávido de poder y afecto al terror. Ya en transición, dijo abandonar el Leninismo para quedarse con el marxismo.

La democracia condujo con rapidez a la crisis del PCE y de Carrillo.

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